miércoles, 27 de julio de 2011

Salarios y Productividad

La crisis económica ha sometido a examen la estructura social y laboral de los países europeos. Una de las observaciones que más sorprende es que no se había analizado las causas que hacen diferir a los distintos países. Sólo los economistas se aventuran en ese camino, aunque sin demasiado éxito. Hacen afirmaciones gruesas que la realidad desmiente en cuanto fijamos la mirada en sectores concretos.
Una de las vertientes en que podemos percibir esa inmadurez de análisis es el debate actual sobre la correlación entre productividad y salarios. Los economistas insisten en que los salarios deben estar ligados a la productividad. Seguidamente argumentan que la productividad española es menor que, por ejemplo, la alemana. Supongo que han de referirse a la productividad general del país, porque de lo contrario esta afirmación es falsa como criterio general.
Y es así porque, siguiendo con los ejemplos, un panadero leonés probablemente tiene la misma productividad que uno en Frankfurt. Una dependienta de una tienda de ropa tiene similar productividad en La Bañeza que en Burdeos. Un periodista de La Crónica puede tener una productividad superior a la de un colega homólogo danés. ¿Por qué entonces han de cobrar menos por su trabajo?
Lo que diferencia a otras sociedades europeas de la nuestra, aquello que las hace más ricas, no está en los puestos de trabajo más comunes. Es probable que en España se produzca incluso más en esos puestos. La clave está en el tamaño medio de las empresas. Las compañías pequeñas lo son tanto como aquí, pero las grandes son mucho más grandes. Esto las permite salir al exterior, acceder a las grandes comercializadoras, acometer inversiones cuantiosas, mantener departamentos de innovación, y crear productos y tendencias. El promedio de estas empresas con las que son menores hace que el país sea más poderoso y todos los trabajadores lo perciben en el salario.
En consecuencia León debe apostar por aquellas empresas con una vocación de crecimiento explícita. Necesitamos de esas locomotoras económicas porque son condición necesaria para una mayor prosperidad y que así todos ganemos más.

miércoles, 20 de julio de 2011

A Vueltas con la Crisis y la Justicia

La semana pasada hablaba de la necesidad de simplificar nuestro marco legal. Comentaba que la crisis económica ha abierto muchas oportunidades para cambiar y mejorar nuestro país, y esa es una de ellas. Un buen amigo me decía tras leer la columna que no había entendido a qué me refería y no le falta razón. Hay veces que, a fuerza de mostrarse moderado, un servidor se vuelve poco claro y, si malo es pasarse, peor es quedarse corto.
Cuando argumento que es necesario simplificar nuestro aparato legal y la normativa que lo sustenta me refiero, por ejemplo, a que es inadmisible que se emita hace dos semanas la sentencia que declara legal la bajada de salarios de los funcionarios decretada en mayo de 2010. No se puede aceptar que las sentencias difieran años respecto a los hechos juzgados. Si la justicia tiene sentido como corrección o reconducción de una circunstancia es porque exista una relación inmediata entre la causa y el efecto, entre el supuesto delito o irregularidad y la pena o enmienda que dicte la sentencia.
Si eso no es posible por la propia idiosincrasia del país hay que empezar a podar un aparato que resulta inoperante. Sobran leyes en una justicia en la que lo primero que importa es saber qué juez lleva una causa porque el resultado variará con toda probabilidad según quién lo lleve. Sobran los procuradores, que nadie sabe a estas alturas de la informática para qué sirven, salvo para gastar dinero sin que se aporte valor añadido alguno. Sobran honorarios de abogados por unos procesos que se prolongan injustificadamente en una institución escasa, lenta, poco auditada y con un rendimiento discutible.
El sentimiento entre la ciudadanía es que la justicia no funciona: no es inmediata, es blanda con los auténticos delincuentes, a los políticos apenas los toca, a los banqueros irresponsables ¡qué decir! El ministerio judicial hace aguas, y los ciudadanos y empresas se cansan de pagar un engranaje que no cubre las expectativas, pero al que nadie se atreve a criticar abiertamente. Cuando digo que hay que simplificar el marco legal digo que sobran leyes y falta eficiencia. ¿Ha quedado claro, Paco?

miércoles, 13 de julio de 2011

Crisis y Complicación Legal

La mayoría de la gente acepta que la crisis económica dejará como herencia profundas transformaciones en España. Éstas llegan de dos formas: o bien se producen cambios por la fuerza de los hechos consumados o bien veremos modificaciones planificadas para evitar que los acontecimientos se desborden.
La llegada de las transformaciones por la vía de los hechos consumados ya se está produciendo, como decíamos. Por ejemplo, hay ayuntamientos que no disponen de recursos para hacer frente al pago de sus nóminas. Ante esa circunstancia sobrevienen regulaciones de empleo dramáticas, que incluyen despidos, recortes de salario y suspensión de algunos servicios.
Por el contrario los cambios abordados a través de una planificación son racionales y menos traumáticos con los afectados. Sin embargo requieren la anticipación, la valentía y la capacidad de maniobra de los responsables para ejecutarlos. Son muchas las instituciones que están mostrando anticipación y también son frecuentes los dirigentes que tienen la valentía de acometer cambios impopulares.
Pero, a pesar de la urgencia, algunos de los rápidos cambios que requiere esta crisis están obstaculizados por las leyes. Si se tratase de normas que protegen derechos fundamentales no habría mayor problema. Por contra ciertas medidas se enfrentan a una maraña legal plagada de excepciones, interpretaciones diversas y hasta contradictorias; también a leyes de significado difuso o a imprecisiones de aplicación. A ello se suma una lentitud en los juzgados incompatible con el estado de emergencia económica del país.
En consecuencia, España y sus autonomías requieren una simplificación de su corpus legal. La ley tiene que ser general, clara y evitar la casuística. Si una situación determinada no es normalizable, su valoración debiera quedar a interpretación del juez. Atiborrar de singularidades la compleja y a veces turbia normativa legal española empuja hacia su inutilidad. En resumen, si no hay posibilidad para aplicar la ley con la rapidez necesaria, ésta debe ser simplificada; mucho más en una crisis de este calibre. Se trata de una simple cuestión de coste-beneficio.

miércoles, 6 de julio de 2011

Crisis y Cristianismos

Hasta para quienes no somos religiosos resulta inevitable reconocer que bajo los valores de la sociedad occidental subyace la pasta ideológica del cristianismo. Incluso la Declaración de los Derechos Humanos, tan revolucionaria en su origen, bebe en las fuentes bíblicas. Aún así Occidente ha colado la tabla como referencia para el resto del mundo no cristiano.
Sin embargo no hay un solo cristianismo, sino varios. De forma gruesa se podría categorizar en dos tendencias generales: por una parte está el catolicismo y la iglesia ortodoxa, y por otro los evangelistas, que tienen en Lutero un hito fundamental. Ambos grupos representan dos formas distantes de relación del individuo con la trascendencia y con la sociedad que le rodea.
La escala de valores protestante aborda la relación del individuo con Dios de manera unipersonal y sin intermediarios. El sujeto es responsable de sus actos y no puede esconderse tras de nadie. Por el contrario, la moral católica atañe más al colectivo y le atribuye las responsabilidades.
Estas cuestiones, que a mucha gente le pueden parecer laterales, son de plena actualidad. La causa es que la crisis económica está poniendo a una de las dos tendencias ideológicas como perdedora. A poco que se mire el mapa queda claro que los países de mentalidad católica están más afectados por la crisis debido a comportamientos individuales (de los políticos y mandatarios) y colectivos (de la ciudadanía) que no se adaptan a la austeridad y la laboriosidad calvinistas y anglosajonas.
La preeminencia de la mentalidad protestante en las soluciones a esta crisis económica, que lo es también de valores, está realzada. La falta de responsabilidad individual ante el resto de la sociedad es lo que conforma la raíz de gran parte de las actuaciones fallidas de políticos, empresarios, banqueros, ejecutivos y ciudadanos del sur de Europa. Mientras en el norte llevan a juicio a los responsables, en el sur los mantienen sin apenas cuestionarlos. Sólo la fuerza de los hechos consumados va a arrastrar esta mentalidad de sometimiento al poder hacia una posición más contestataria y, al fin, protestante.