viernes, 12 de julio de 2013

Actividad y Palacio de Congresos

La obra pública más notoria que se desarrolla en la ciudad de León es la construcción del palacio de congresos. Es relevante por los importantes recursos que se dedican a ella y también porque su posición, rodeada vías del ferrocarril, descampados y avenidas, produce gran impacto visual. Además el palacio de congresos, junto con la estación de tren, actúa como enlace entre dos zonas bien diferenciadas: la ciudad primigenia y los barrios del municipio de San Andrés del Rabanedo. Del ritmo vital que se imprima a esa zona depende que el espacio urbano quede unificado a través de una zona marginal o bien de un área de abundantes actividades. En consecuencia, que el Ayuntamiento de León esté preparando qué actividades va a desarrollar en el recinto congresual es decisivo para el futuro del barrio, hoy bastante degradado. Sin embargo los precedentes indican un camino poco esperanzador. Hace unos años se anunció con gran ruido la apertura del “palacín”, una nave de la azucarera recuperada como anticipo de lo que podría ser el palacio de congresos. Pues bien, la presencia del palacín en la vida urbana es prácticamente nula. No existe una programación, no se realiza una comercialización activa de ese espacio, no se atrae dinamismo a ese entorno con asiduidad. El palacín es hoy poco más que una instalación redundante para la ciudad, un espacio que cuesta mantener, pero que no genera vida social. Esa circunstancia parece indicar que nadie en el Ayuntamiento de León se preocupa de la explotación de ese espacio y, lo que es peor, no tiene en cuenta su importancia en el desarrollo del esquema urbano hacia San Andrés. Al igual que la estación de ferrocarril, de la que ya hablamos hace unos días, el espacio palatino parece dormir en las agitadas conciencias de quienes programan los cambios urbanos de León. Al palacín y luego al palacio hay que buscarles programación; convertirles en centros de encuentro en la ciudad; hay que hacerlos atractivos. En realidad el palacio y la estación tienen un destino común: o la ocupación de un área marginal que seguirá siéndolo, o la transformación y valorización de todo su entorno.

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