Las últimas semanas han llenado de inauguraciones nuestra provincia. Las carpas han sido escenario de autocomplacencias y de algunas declaraciones cuestionables. En estos actos se ha insistido en que ha llegado el momento de que los leoneses inviertan, porque ni hay motivos ya para la queja, ni el déficit de infraestructuras puede ser una excusa.
Para hablar de esto con perspectiva conviene recordar que las infraestructuras llegan con quince años de retraso como mínimo. En ese tiempo la ventaja cobrada por gran parte de las provincias españolas respecto a León es notoria. Al mismo tiempo
Sin embargo el declive económico propiciado por esta situación comenzó a tocar fondo en 1999. En 2001 los datos ya eran positivos. En 2003 se confirmó el cambio de tendencia. En esta coyuntura, tal reacción habría que atribuirla, sobre todo, a los leoneses y a sus inversiones.
No obstante, conviene preguntar a las autoridades por qué rompieron el principio de adicionalidad que presidía los fondos MINER.
Pero no es sólo esa la causa de la falta de inversión en León. Las administraciones sabían hace tiempo que Burgos, Valladolid y Palencia habían rebasado el nivel del 75% por ciento de riqueza de
Por último hay que inquirir sobre otras fugas de inversiones como son las competencias impropias, que han ahogado durante veinte años
En consecuencia, se debería contemporizar y explicar cómo recuperaremos el déficit de inversión pública en León, auténtico y determinante problema que arrastra esta tierra desde hace dos decenios.
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