Tras un veraneo pleno de viajes, contrastes, conversaciones y visitas, la llegada a León viene acompañada por el debate entre políticos sobre los niveles de ocupación hotelera. Con independencia de si las pernoctaciones subieron un dos por ciento o bajaron el uno, la percepción de que el turismo en esta Provincia está por debajo de lo que sería lógico es inmediata.
Las causas por las que esta tierra continúa infravalorada por el turista se pueden reducir a una, que compone el núcleo del problema: la inacción en términos promocionales. Allá donde preguntes, León suena a remoto, a Catedral, a Médulas y a frío. Nada o poco se sabe de su patrimonio, que es tanto como decir de su Historia, o de su naturaleza. Parece como si “León” y “Cordillera Cantábrica” fuesen términos contrapuestos. Si los leoneses no somos capaces de comunicar ese binomio -patrimonio monumental peculiar y naturaleza espectacular- poco se va a avanzar en un sector económico que debería suponer una parte importante de nuestros ingresos regionales.
En primer lugar, habría que conseguir desconectar los fondos para el turismo de la desastrosa gestión de
León debería divulgar su patrimonio girando en torno a los dos momentos históricos que constituyen su cénit: el romano y el altomedieval.
En cuanto a la naturaleza, León compatibiliza lo más intrincado del Cordal Cantábrico con un clima menos lluvioso que el de las otras vertientes. Los desfiladeros, y la profusión de vegas, ríos y canales, sumados a un patrimonio etnográfico impresionante completan una oferta de ocio activo con la que no debiera rivalizar ninguna provincia a menos de quinientos kilómetros.
El conjunto constituye un núcleo de enorme potencialidad. Sin embargo, las políticas desarrolladas hasta ahora sólo conducen a su ocultación, a subsumirlo bajo ofertas menos atractivas. Va siendo hora de que se trate la cuestión más seria y profesionalmente por gente competente.
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