jueves, 20 de abril de 2017

EL MOMENTO DE LAS CONVICCIONES

Dentro del calendario conmemorativo de la Junta de Castilla y León encontramos eventos como los del bicentenario del nacimiento de Zorrilla, el autor del Tenorio, el séptimo centenario de la unión bajo la Corona de Castilla de los Reinos de León y Castilla o el quinto centenario del nacimiento de Teresa de Ávila. En unos casos lo hace a través de sus propios organismos y en otros participando con generosas subvenciones en la organización. En esa agenda no hay nada relativo al Reino de León, a la Región Leonesa o a sus territorios, costumbres y prioridades. Hay quien dice que eso es lógico porque la Junta se ocupa de aquello que afecta a todos los territorios y no solo a una parte. Sin embargo eso no es correcto porque es la Junta quien dispone de los fondos para eventos culturales supraprovinciales. Por lo tanto los leoneses tenemos motivos para la celebración propia con fondos autonómicos, pero esos recursos se encuentran secuestrados por la Junta. De hecho sucede igual que en otros capítulos como la promoción industrial o el turismo de montaña: León carece de administración autonómica que lo represente porque o no existen fondos o se aplican con criterios hechos para otros territorios. Un ejemplo fue el noveno centenario del Reino de León, celebrado con sordina gracias a la intervención de la Junta. El Fuero de León de 1017 es ya otro ejemplo porque nada hay hecho para su conmemoración a nivel autonómico o nacional este año. Si hablamos de los Decreta, emanados de las Cortes de 1188, fue del todo vergonzoso en 1988, cuando incluso se rebautizaron como de Castilla y León. Hay que tener cuajo. Por esa razón, entre otras, el sábado 22 de abril a las 12 de la mañana un grupo de intelectuales capitaneado por Juan Pedro Aparicio y José María Merino va a rendir homenaje a los Decreta y a las Cortes que los dictaron, en el exterior de San Isidoro. Se trata de un levantamiento cultural en contra de la ignorancia deliberada de la Junta y de sus corifeos hacia lo leonés. Es una voz elevada contra la maldad, porque solo pueden ser malos o tontos quienes quieren extinguir la huella de León, y tontos no son. Así la sociedad civil, a través de algunas de sus mentes más brillantes, es quien va a poner de manifiesto algo de lo que en León consideramos importante. Porque los leoneses tenemos intereses colectivos propios en el orden cultural, económico, social y político, pero es en la Junta donde el eco de la calle leonesa se merma y eso hay que evitarlo. No se trata de una cuestión de triunfos o violencias, sino de defender las convicciones por encima de los represores.

jueves, 13 de abril de 2017

SEMANA SANTA INTERCLASISTA

La Semana Santa leonesa se muestra con una foto estereotípica en la publicidad. Se transmite un mensaje religioso que poco tiene que ver con lo que se palpa en las calles. Hasta ahora sirvió para atraer al turismo y parece que el reclamo va en alza. Sin embargo cualquiera que acuda a esta Semana Santa descubrirá otras facetas que la convierten en diferencial. Son los aspectos paganos que impregnan hasta la médula esta celebración los que hacen de la ciudad un conjunto sugerente. El primero y más sonoro es la procesión de Genarín, uno de los iconos de esta ciudad. Es una convocatoria que eleva a León a los telediarios nacionales cada año y que comunica fielmente el espíritu golfo que se esconde en el ciudadano capitalino en mayor o menor medida. Que nadie se sienta ofendido. La expresión “matar judíos” es irreverente y absolutamente incorrecta en lo político, pero ¿alguien se plantea eliminarla? Las tapas, la limonada, el alterne en las calles, las cenas de cofrades o el travestismo de entorchados de las bandas procesionales es parte de un espectáculo con un punto religioso y otro carnavalesco. No hay majorettes, pero cada vez hay más manolas de tacón alto y media de cristal, una extemporaneidad con guiños a la altura de esta ciudad de literatura y farra en pleno Siglo XXI. Por otra parte las procesiones son una catarsis colectiva, un esfuerzo común, una inmersión en el espíritu de grupo que actúa como un cemento social en la ciudad. Observad a los procesionantes y, especialmente en aquellos que llevan el rostro descubierto, veréis al currito compartiendo línea con el notario, al ama de casa que acompasa el ritmo con el funcionario de Hacienda o al parado que arrima el hombro bajo el paso delante del empresario. Las procesiones son un elemento de cohesión social que da cuerpo a esta ciudad y su visualización causa un placer íntimo. Y además esa falta de solemnidad, esa riada de niños paponines, esas conversaciones entre cofrades y esas imágenes horrorosamente malas de algunas procesiones nuevas muestran el lado más humano de la ciudad legionense. La heterogeneidad social de una banda de Semana Santa de León es el espectáculo de una ciudad en marcha, con un objetivo, con una ilusión y con todos los defectos y virtudes cazurras. Eso es lo que convierte nuestra Semana Santa en un unicuum, en una página de la 13 Rue del Percebe, plagada de contradicciones entre lo sacro y lo pagano, entre lo ilustre y lo villano, entre lo pobre y lo rico. Nuestro espectáculo semanasantero es la tapa ideal para una estancia mundano-religiosa en una ciudad moderna que hunde sus pies en el barro medieval.

jueves, 6 de abril de 2017

FEVE: FIN DE OBRA

Hace unos días que recorrí el paseo por el trayecto del ferrocarril de vía estrecha en la ciudad de León. Acudí un tanto desesperanzado, puesto que pensaba que la obra estaría a medias y pendiente de concluir en muchos aspectos. No es así. Se puede apreciar perfectamente lo que puede suponer esa obra para la ciudad: una acción transformadora del área entre Padre Isla y Navatejera. En estos momentos la trinchera del ferrocarril ya no existe. Es una línea perfectamente urbanizada que se encuentra al nivel de las calles laterales en la mayor parte del trayecto. Eso permite el acceso sin ningún problema, por lo que ha dejado de ser una división radical de la ciudad, una separación infranqueable entre barrios, una cicatriz en el espacio urbano. Las vías del tren se acompañan ahora lateralmente de grandes piezas de hormigón que impiden el acceso de los coches al recorrido del tren, salvo en los cruces. Los márgenes son completamente planos y, donde cabe, se presentan con unas calzadas aptas para los peatones y vehículos de dos ruedas. Ambos circularían sobre un paseo que se acompaña con farolas cada pocos metros. El repintado de las paredes a los lados del vial ha dignificado gran parte del itinerario, apto para los murales artísticos. Todo el trayecto está dotado de amplitud y luminosidad, y no hay rastro del barro, la mugre y el desnivel que lo ocupaban en otro tiempo. Por esta razón el ayuntamiento debería forzar su apertura inmediata, puesto que se trata de mucho más que una línea del ferrocarril. A eso se suma la importancia de aportar un transporte público eficiente y necesario para consolidar el área metropolitana hacia el Valle del Torío. En contraste se está trabajando de manera evidente para su cierre. Dejar durante años a los viajeros en la Asunción o no vender billetes para que parezca que no hay viajeros es simplemente dar mal servicio, provocar el abandono y dar argumentos –aunque falsos- para el cierre. El Ayuntamiento de León, que va a terminar la legislatura con pocas obras relevantes que presentar como balance de gestión, debería aprovechar el calado de esta obra, integrar el tren de Matallana en la red de transporte metropolitano y transformar rápidamente los barrios en torno a Mariano Andrés y San Mamés con la puesta a pleno servicio de esta gran obra. El tranvía de FEVE cambiará la fisonomía de estos barrios, fortalecerá la red comercial del declinante Ensanche, donde ya no llegan los habitantes del Torío, y aportará una avenida peatonal, sostenible y moderna en una zona que está pidiendo un salto hacia el futuro.