domingo, 17 de abril de 2016

POLÍTICA Y PROFESIÓN

Uno de los problemas que tiene la actividad política en España es la segmentación profesional de los que participan en ella. Dedicarse a la política una temporada debería ser la ambición de muchos ciudadanos. Sin embargo el panorama laboral del país bloquea la participación efectiva de la mayor parte de la población. Dejar el puesto de trabajo en una empresa para dedicar cuatro años a la actividad pública es inviable para la mayoría de los trabajadores. Solo empresas muy grandes pueden permitir una decisión de este tipo sin que se produzca impacto en la carrera profesional del trabajador. Por esa razón la política se ha llenado de profesionales que sólo se dedican a ella, de abogados y empresarios autónomos, que pueden retornar a su actividad, de parados (en menor medida) y de funcionarios, que tienen total disponibilidad para su retorno laboral. No se pone en duda la idoneidad de estas personas individualmente, pero sí se puede poner la del conjunto resultante. Un congreso compuesto por personas extraídas solamente de esos estratos profesionales no representa a un país. Y esa será la situación mientras el nivel de paro en España sea un disparate y la reincorporación al puesto de trabajo en muchas actividades profesionales sea una entelequia. La extracción de los representantes políticos contribuye además a una progresiva pérdida de perspectiva de la realidad del país. Pasarse gran parte del día en contacto con abogados, empresarios, funcionarios y parados no da elementos de referencia suficientes para tomar conciencia de los problemas que globalmente tiene el estado, la autonomía, la provincia o el ayuntamiento. Esa es la causa de que las cúpulas de las instituciones se conviertan en camarillas alejadas de la realidad, que defienden privilegios impropios de una situación complicada en lo económico y lo social. ¿Qué hacer entonces para paliar este grave defecto en las instituciones del país? Hay que reducir el número de políticos y de sus asesores. Tal y como se comenta en algunos partidos, existe una burbuja que hay que pinchar. Pero eso no supone hacer desaparecer instituciones necesarias, como las diputaciones. Además hay que convertir la elección directa de candidatos en una barrera de entrada al mundo de la política. Cada político debe ganar su elección hablando con los ciudadanos. Solo así se puede obligar a quienes llegan a las más altas instancias a no perder el contacto con la calle. Mientras alguien dependa sólo de que le metan en una lista para seguir en política, el servilismo y el compadreo están garantizados.

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