jueves, 28 de julio de 2016

PUEBLOS, GUÍAS Y RECURSOS

Un viaje de fin de semana por la provincia de León permite descubrir recursos extraordinarios de la mano de la gente de los propios pueblos. Visitar las iglesias de Corullón, de Santo Tomás de las Ollas, el Monasterio de Santa María de Sandoval o la Casa del Humo y la Catedral de la montaña en Lois -por poner sólo cuatro de los miles de ejemplos que podríamos citar- depende de la buena voluntad y la disposición de los lugareños. Y resulta incomprensible que no se haya dispuesto una fórmula que permita mostrar a los visitantes por una vía normalizada todos esos puntos de interés. Es cierto que hay recursos que permiten ganarse la vida a un guía profesional de turismo, pero son un porcentaje bajo actualmente. Y no es menos cierto que este colectivo pone problemas a que otros enseñen lugares visitables en aquellos casos en que no darían para pagar a un profesional. Eso puede convertir al colectivo en un perro del hortelano, que ni come, ni deja comer. El cuerpo profesional de guías de turismo debe entender que, si bien todos estamos de acuerdo en que se ganen la vida, no es admisible que decenas de pequeños destinos de visita se queden sin poner en valor porque este colectivo no esté de acuerdo en el cómo. Todas las singularidades de esta provincia deben ser convertidas en recurso, si queremos prosperidad. Y no se puede dejar a la buena voluntad de la gente el mostrarlas. Si alguien se toma la molestia de abrir una iglesia, por ejemplo, y explicar lo poco o mucho que conoce de ella acompañando a los visitantes, incluso fuera de horarios comerciales, debe recibir una compensación. A pesar de ello en la mayoría de los casos los improvisados guías ponen reparos a una propina siquiera residual, lo que resulta del todo injusto. Y eso sucede por el temor al qué dirán en el pueblo y a las reacciones de los guías oficiales. Si un edificio interesante no da para generar el salario de un guía, no puede quedar cerrado a cal y canto. Es inadmisible. O el colectivo de guías de turismo propone una solución, o se normaliza una compensación económica –aunque sea testimonial- a quienes se molestan en abrir puertas, vigilar a los visitantes y dar explicaciones sean o no guías oficiales. Quizás con el tiempo, si la demanda crece, habrá recursos que lleguen a permitir contratar a alguien, pero mientras eso llega hay que abrirlo todo. La Diputación podría dar cauce a esta disfunción que afecta especialmente a los núcleos bajo su competencia. Son tantas las posibilidades de generar nuevos recursos que no se puede perder más tiempo en buscar una solución razonable.

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