jueves, 4 de octubre de 2012

Las Fiestas Invisibles

El domingo acudí una vez más a la cita anual de las Cien Doncellas y los carros engalanados, a la Plaza de la Catedral. Debo decir que, respecto a las danzas que conmemoran el tributo califal, no ví prácticamente nada por pura imposibilidad. Año tras año acude, afortunadamente, una multitud para ver los actos anunciados y, salvo que uno se dedique en cuerpo y alma a colarse, a deslizarse entre los cuerpos, a sortear a otros espectadores, a correr para adelantarse a las danzantes hasta la puerta de la catedral, las posibilidades de disfrutar del espectáculo son escasas. No quiero ni pensar con qué sensación se irán los turistas a los que se haya vendido la ocasión como un espectáculo singular: improvisación, apelotonamiento, tumulto y ruido. Se podría decir lo mismo del Foro u Oferta en San Isidoro, porque la situación se repite con la salvedad de que allí existe un espacio más amplio: la plaza. Tenemos lo más difícil: la tradición, la leyenda, un rito de siglos, una historia novelesca, el cariño de la gente, el éxito multitudinario; nos falta la organización, conseguir que la multitud visualice lo que pasa, en resumen: lucir la fiesta. De nada sirve que consigamos la declaración de fiesta de interés del “mundo mundial” si a la hora de la verdad no se ve. El Ayuntamiento debería plantearse elevar a los actuantes sobre una zona realzada, cámaras para que lo que pasa en los claustros se pueda ver en las plazas y una ceremonia que dé el empaque necesario a rituales de ciudad regia que tienen siglos. Ahora parece más propio de una corrala de vecinos y así lo ha sido en los anteriores mandatos. Realizar una intervención de este tipo ni tiene que influir en el protocolo ni en el espíritu profundo de la celebración, bien lo saben los semanasanteros. Por otra parte le dará un realce que necesita porque defrauda al visitante. La concejalía correspondiente debería empezar a pensar ahora cómo se puede hacer que estas celebraciones den un salto cualitativo en su imagen pública. Es algo en lo que nadie debería estar en desacuerdo porque lo que se haga ha de servir para organizar la fiesta en los próximos decenios.

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