miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA CIUDAD QUE CIERRA CICATRICES

Las modificaciones que viene sufriendo el ferrocarril en el área urbana de León son fundamentales para el futuro. La nueva estación, la entrada y salida por el mismo lugar de los trenes, la nueva calle que va a la azucarera. Se trata de un conjunto de actuaciones muy relevantes, pese a suponer sólo el inicio de todas las programadas. Por su parte, la crisis ha paralizado todas aquellas obras ferroviarias de importantes costes en la ciudad. Parece como si la depresión económica hubiese calado en las instituciones transmutándose en crisis de ideas, de forma que, si no se puede hacer lo que se pensaba, todo queda paralizado. No debería ser así porque los cambios ya ejecutados, que serán los últimos por bastante tiempo, han generado una nueva realidad. Es sobre ese nuevo plano sobre el que se debe trabajar. Si no se va a realizar el soterramiento a medio plazo hay que pensar qué hacer para recuperar el tráfico ferroviario perdido. O se traslada la estación a Onzonilla, o se busca una fórmula de embarque ultrarrápido para que los trenes apenas pierdan minutos. Si las vías van a continuar en la superficie entre la estación y el estadio, hay que crear pasos subterráneos para el tráfico rodado. No se puede olvidar el puente entre la calle Lancia y el otro lado del río, ni el intercomunicador entre la estación de autobuses y la de ferrocarril. Sin embargo lo que más posibilidades ofrece es actuar sobre la fractura de la trama urbana entre el Crucero y Míguélez. Hay miles de metros cuadrados baldíos que separan calles contiguas durante casi dos kilómetros de longitud. Es incomprensible que no se esté trabajando ya para establecer nuevos pasos entre Párroco Pablo Díez y la Plaza del Huevo a través de los epacios de ese área urbana enorme que infrautiliza ADIF. No se trata de liquidar vías e instalaciones, sino de hacer compatibles automóviles, peatones y material ferroviario circulando a baja velocidad. La sutura de los barrios a ambos lados de la vía es una oportunidad para hacer una renovación profunda en la estructura de la ciudad en un tiempo de parálisis. Y para realizarlo hace falta más voluntad que recursos.

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