jueves, 16 de abril de 2015

EL DEBATE DEL AVE

Un documento de FEDEA ha puesto en duda la viabilidad del AVE en España. Las reacciones de algunos miembros del gobierno, así como el silencio de otros representantes induce a pensar que el debate político ha perdido perfil. El documento en cuestión basa su crítica en cálculos numéricos y en comparaciones con trenes similares de otros países. Los argumentos de nuestros políticos no pasan de la reacción encendida -sin citar una sola cifra- y de los juicios de valor sin elemento de contraste alguno. Que las obras del AVE son desaconsejables en la mayor parte del país es una evidencia tan palpable que no se necesitan estudios muy finos. Que en buena parte del país lo más adecuado hubiese sido adecuar las vías para trenes de velocidad alta (250 kms/hora) es una verdad de perogrullo. Sin embargo esta huida ciega hacia adelante a que se han acostumbrado nuestros políticos promete llevar al país a ineficiencias que nos hagan a todos más pobres por muchos años. Las cifras del AVE son tan descomunales que no admiten duda. Un kilómetro de vía viene a costar 15 millones de euros por lo barato. El mantenimiento de ese kilómetro supondrá 120.000 euros cada año. Esto supone, por ejemplo, que solo el mantenimiento de los 3000 kms de vía que habrá a finales año supondrán 360 millones de euros en mantenimiento anual. Cada kilómetro construido permitiría costear más de 4 de nueva autovía. Eso por no hablar de los 40.000 euros por asiento que cuesta un tren. Por esa razón que España sea el segundo país del mundo en kilómetros de vía AVE y el primero en relación a su población suena a disparate. La realidad es que nunca podremos recuperar esa inversión, que aparece como una carga y que nos hace menos competitivos en el mundo. La mejora de flujos económicos que implica el tren de alta velocidad en España no cubrirá ni con mucho su coste. Y a pesar de todo la contumaz política española es incapaz de frenar esta locura, como ha sucedido en otros casos. Al hilo de esto me viene a la cabeza la construcción masiva de plantas gasificadoras, o el despliegue desmedido de paneles fotovoltaicos subvencionados o la multiplicación de obra pública portuaria. Por eso el ataque a la minúscula inversión en aeropuertos me parece tan ridícula siempre que escribo. El avión podría ser una buena solución para el transporte regional europeo en un país que es geográficamente una península y que no puede construir un tren (en esto sí que iría bien) al Gran Londres, al Benelux, a la Cuenca del Rin o a la Padania/Provenza, lugares que concentran la población de Europa.

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