jueves, 9 de julio de 2015

LEÓN Y LA OFERTA INTEGRAL

He actuado varias veces como cicerone para mis amigos de otros lugares. Me gusta enseñar la ciudad, hablar de su crecimiento, de sus peculiaridades, de ese funcionamiento que la hace un ser vivo en el que cada barrio es como un órgano, cada edificio una glándula. León es una bestia remansada entre dos fuentes, un ente que parece desperezarse bajo el sol rojo de la tarde enseñando sus colmillos desiguales al estío, esas torres de la catedral que brillan como brasas en la lejanía. Y luego está eso que no es ciudad, pero sin lo cual la vieja Legio es inconcebible: el entorno más o menos próximo, las vegas de la carretera de Caboalles y las Lomas, el desfiladero de los Calderones y Mansilla de las Mulas, los cuestos rojos del Portillín y los viñedos más allá de Cembranos, el mercado dominical de Santa María del Páramo y el rumor del agua bajo los ojos del Passo Honroso. León es todo eso y sin todo eso es poca cosa, por más griales y botines que queramos echarle. Lo que hace de León algo extraordinario es un conjunto que desborda las rayas municipales como la leche que se desmadra al cocer. Uno de los hitos que más impactos causan entre mis acompañantes, quizás el preferido casi siempre, son las bodegas. Comer en esos úteros rojizos, en su atmósfera sedante, mientras desfilan los productos de la tierra en una coreografía perfecta vence cualquier última resistencia, da pie a un recuerdo imborrable, algo de lo que se habla tras años de la visita. Las bodegas son una parte imprescindible de la visita a León; y no se puede olvidar que están fuera de la ciudad, entre las brumas de una pequeña aventura. Y digo esto porque hubo un tiempo en que alguien de esos que tiene un problema para cada solución –y no al contrario, que sería lo lógico- decía que era imposible incluir las bodegas en la promoción turística porque estaban fuera del municipio capitalino. La promoción turística de León ha de ofrecer una visión integral y para eso habrá que adaptar las instituciones a lo que sea, a lo que haga falta. No puede admitirse por más tiempo una promoción de la ciudad sin las bodegas, sin tantas cosas que son la placenta donde crece el deseo de estar varios días alojado en León. Eso es lo que importa y no los reglamentos; y las nuevas corporaciones municipales y la diputación tienen la oportunidad de corregir un error que dura ya más de lo comprensible. Porque si algo está claro es que los visitantes no entienden de consorcios ni competencias municipales. Nuestros turistas quieren ver León en su integridad y no una ruta ahormada por mentes estrechas.

No hay comentarios: