miércoles, 3 de febrero de 2016

MAYORÍAS Y DIÁLOGOS

Tras las elecciones generales de diciembre la distribución de escaños en el Congreso se ha fraccionado. Hay ciertos creadores de opinión que vocean que unos resultados así son malos para el País. Parece chocante cuando la experiencia ha demostrado que en España los grandes desequilibrios se han fundamentado en los periodos de mayorías absolutas. En la primera se cimentó la conocida como “economía del pelotazo”. En la segunda se fraguó la “crisis del ladrillo”. En la tercera se ha erosionado gravemente la igualdad de oportunidades en el país, con un retroceso a condiciones sociales que no veíamos desde los años de la Transición. Si analizamos los males que se generan durante los periodos políticos con mayorías absolutas, concluiremos que tienen mucho que ver con las decisiones interesadas, con la idea de apropiación del estado para fines partidistas y con la incapacidad de control de la acción del Gobierno. Cada mayoría absoluta ha significado posponer los intereses de todos en favor de los de unos pocos. Por eso lo que está sucediendo ahora pone a prueba a los políticos que encabezan cada agrupación. Nos muestra su capacidad para el diálogo y el acuerdo. Al fin y al cabo lo que se espera de un político es el uso de la palabra, de la negociación y la actitud para valorar lo que es positivo en cada momento. El parlamento que ha salido de las urnas es un test para la aptitud de nuestros políticos. Lo que quedó en evidencia en diciembre es que la sociedad reclama un cambio profundo, que emana de un numeroso grupo de ciudadanos descontentos con la labor de los partidos de siempre. En consecuencia los que proponen seguir haciendo lo mismo que hasta ahora se confunden. No es lo que el conjunto de los ciudadanos ha encomendado al Parlamento. Por eso más allá de las salidas de tono de unos y el inmovilismo de otros aparece la posibilidad de una vía que recoja algo del ideario de todos. Sin duda es más trabajoso, pero hay países como Suiza donde los ministerios se distribuyen proporcionalmente entre los partidos. Son modelos de sociedades avanzadas, así que algo querrá decir. Pasarse la vida lamentándose del supuesto desorden que provoca el actual panorama político no es más que defender facilidades para que ciertos agentes económicos intervengan más de lo debido en las decisiones políticas. Episodios bochornosos como el del impuesto al sol serían impensables en un gobierno de coalición. Sólo hace falta que los actores pulan sus habilidades negociadoras y que nos demuestren que saben ganarse el sueldo de verdad haciendo política para el beneficio común.

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