viernes, 27 de mayo de 2016

LEÓN Y LA TOXICIDAD

El concepto de toxicidad que se aplica normalmente a sustancias químicas que agreden a la salud se aplica también en psicología. Un pensamiento, comentario o conducta tóxicos son aquellos que conducen de manera compulsiva, exagerada o innecesaria a la infelicidad y a la angustia. León está lleno de toxicidad en este aspecto. Es conocido por todos que esta provincia se encuentra en una situación social y económica de declive. En ese sentido nada se puede reprochar a quienes lo constatan y verbalizan. Es la realidad. Mucho más porque el declive de León es más marcado que el de la inmensa mayoría de los territorio estatales, sean estos provincias, autonomías o agrupaciones de ambos hechas a medida. En consecuencia no se puede considerar tóxica la denuncia de esta situación. Sin embargo es común encontrar personas que insisten en el argumento de manera cansina e innecesaria sin aportar nuevas argumentaciones o alternativas. Son los abanderados de la pesadez, los plomos incorregibles, tan comunes en los comentarios de bar y tertulia. Son estas actitudes (más que las personas, porque éstas pueden cambiar) las que resultan particularmente tóxicas para todo el entorno. La reiteración en un mensaje negativo actúa como un desactivador social porque empieza a cundir el desánimo en general y el individuo se ve abocado a protegerse tras el individualismo. Este proceso se aprecia en León de manera particularmente marcada. Los frecuentes conflictos en el mundo asociativo, la escasa disposición a la colaboración de muchas personas, los debates agrios, las palabras subidas de tono son cada vez más frecuentes. ¿Y qué hacer para combatir esto? Lo primero es no admitirlo. Para los pesados existe un abundante plantel de psicólogos que estarán encantados de ayudarles a salir de ese agrio camino de la autodestrucción mental y moral. El que sea un pesado es un agresor y merece respuesta. En segundo lugar, hay que bajar a la realidad actual de León y ver en qué nos podemos apoyar para mejorar desde donde estamos, porque el pasado, pasado es. León era otra cosa hace 20 años. Por eso, además de no ser unos plomazos, los leoneses tenemos el deber colectivo de proponer, de definir nuestro camino a partir de ahora, de crear un proyecto común a partir de lo que somos: una provincia deprimida de 450.000 habitantes en una autonomía dañina para nuestros intereses. Y a partir de ahí construir para seguir ganándonos una presencia en la Historia al nivel de nuestras aspiraciones en el futuro. Y todo eso sin dejar de sacar los colores a quien lo merezca. Criticar y proponer, nunca intoxicar.

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