viernes, 14 de octubre de 2016

SAN FROILÁN EN LA CUMBRE

La fiesta de San Froilán ha llegado a convertirse en la mayor manifestación de orgullo colectivo de los leoneses. Y lo es porque, si es fiesta grande en la capital, en la provincia es un factor de movilización que no se puede comparar con ningún otro. Decenas de miles de personas acuden a los desfiles de pendones y de carros engalanados, que cada año son mayores. La ciudad leonesa se convierte en el lugar de acogida para celebrar en comunión nuestras cosas comunes y nuestra historia como pueblo. Y es una concelebración interclasista donde se mezclan autónomos, agricultores, funcionarios y trabajadores de todas las escalas para gozar de un elemento común: la recuperación y la reinvención de las tradiciones en una catarsis colectiva, una ruptura con la vida moderna, un buceo hasta lo más hondo de los fundamentos de esta sociedad antigua que no quiere olvidar ni de dónde vino ni lo que actualmente es. En el día de Las Cantaderas y en la romería de San Froilán León es más León que nunca, es la sociedad leonesa total. Nadie es excluido en San Froilán donde los hijos de cada pueblo, que en muchos casos ya no viven en él o ni siquiera en él nacieron, se aglutinan en torno a la peculiaridad regional. En esta convocatoria no faltan los símbolos de la aldea: el pendón; los símbolos del trabajo vecinal en común: el carro engalanado; los símbolos de la personalidad comunal de la aldea autónoma: la negociación entre la comunidad y los poderes eclesiales y aristocráticos; los símbolos de la unidad colectiva regional: la bandera de León omnipresente; los símbolos de la idiosincrasia gastronómica: la morcilla de cebolla, el prieto picudo y el chorizo; los símbolos de la fiesta: la música y el baile propios; los símbolos de una economía y una climatología singulares: el traje, los frutos de la tierra, las parejas de vacas y bueyes. San Froilán ha devenido en la fiesta de los símbolos de lo leonés donde cada vez concurren más comarcas y más lejanas. Y se hace sin convertirlo en arma arrojadiza contra nada ni contra nadie. Los leoneses lo somos a pesar todo y de todos. Nada importa que nos ignoren, para manifestarnos en torno a lo nuclearmente nuestro. Ese es el gran valor de esta fiesta: la ceremonia colectiva, el enaltecimiento del grupo, la expresión de una capacidad para reivindicarnos frente al mundo y a la historia. Y todo eso sin violencia ni postureo, sin malos gestos ni enemigos que atacar por más que enemigos de lo leonés haya muchos. Ya solo por eso, si no hubiese fiesta de san Froilán habría que inventarla. Que nunca nos falte.

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