miércoles, 23 de mayo de 2007

Junta y exclusión cultural

Entre las vertientes en las que la Junta de Castilla y León tiene una actuación contraria a los intereses de León se encuentra la cultura. La reciente inauguración del auditorio de Valladolid es el penúltimo capítulo de esta lista de abusos.

A dicho edificio se le ha colgado el nombre de Auditorio de Castilla y León. Quizás por eso el Ayuntamiento de Valladolid no pagará parte alguna de la obra. El recinto en cuestión es megalómano, puesto que se trata de uno de los más grandes de Europa, con 1.700 asientos, pese a que en Valladolid se registra una afición a la música clásica más tenue que en León.

El coliseo se ubica a las afueras de la ciudad, por lo que los aficionados necesitarán de coche para acudir a las actuaciones. En consecuencia se intuye una asistencia menor a la obtenida por las mismas en el Teatro Calderón -donde habitualmente tenían lugar-, al que muchos aficionados llegaban andando. Por cierto, también el Calderón ha sido restaurado por la Junta, pese a ser la Diputación vallisoletana la titular de ese escenario.

Si se suma el coste del auditorio, 72 millones de euros, al de la restauración del Calderón, 5 millones más, obtendremos la cifra de 77 millones de euros. En otras palabras, las principales sedes escénicas de Valladolid han costado trece mil millones de las antiguas pesetas a los contribuyentes que, mayoritariamente, son de otras provincias.

Es inevitable comparar esta actitud con la del teatro Emperador en León -alter ego del Calderón con los matices que se quiera-, para cuya recuperación la Junta no asiste en nada, o con la del Auditorio de León donde el Ayuntamiento tuvo que sufragar una parte de la construcción.

Las circunstancias son aún más inasumibles cuando se descubre que, ante la penuria de fondos en que ha quedado la consejería, la programación musical leonesa, más asentada y concurrida que la pucelana, ha visto recortar notablemente sus ayudas. Además parece que la consejería contraprograma ciertas actuaciones en León que, por cierto, lideran algunas iniciativas privadas con dedicación y veteranía.

Igualmente es injusto el menosprecio al meritorio trabajo de la veterana Orquesta Odón Alonso, que no recibe ayuda de la Junta, en contraste con el monopolio de la Sinfónica de Castilla y León que, contra la lógica, tiene su sede también en Valladolid.

Dentro de esta revisión no se puede olvidar la Feria del Libro leonesa, que mantiene una digna programación a pesar de la inhibición económica de la Junta. Por el contrario la de Valladolid, autodenominada “Encuentro en Castilla y León”, recibe desde el ente miles de euros y libros gratuitos.

En conclusión, el mensaje de la Junta es claro: en lo cultural los leoneses estamos excluidos. Mientras tanto ¿a qué se han dedicado nuestros procuradores?.

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