jueves, 3 de julio de 2014

LEÓN Y EL BERNESGA

La relación de León ciudad con sus ríos siempre ha supuesto un punto de conflicto. El pobre Torío, segundón y algo apartado, no ha merecido más atención que la que las asociaciones de vecinos de Puente Castro han arrancado a las autoridades con sus reivindicaciones. El río principal, el Bernesga, se ha visto sometido a diversas modificaciones a lo largo de su historia urbana. Al principio la ciudad no creía mucho en él y unas rampas de tierra, para bajar a lavar la ropa, eran todo su capital en la primera mitad del Siglo XX. Más tarde llegó el ajardinamiento, el descubrimiento de un jardín lineal que se escondía tras aquel cauce exhausto en verano y torrencial en invierno. La regulación del cauce con un azud a la entrada a la ciudad y pequeños diques escalonados dignificaron a un Bernesga hecho río urbanita y floral. Por circunstancias que desconozco, tras años de mejora continua en el aspecto y aprovechamiento de ese cauce fluvial, se decidió demoler la regulación principal del Bernesga a la altura del puente de San Marcos. No sé qué importantes razones alimentaban una obra costosa que suponía un paso atrás. El hecho es que se revirtió el río a la situación original. Si lo lógico es aplicar la ingeniería para regular el curso del agua en el río y así gestionarlo, ahora se eliminó el principal elemento de regulación. Una obra ha de evaluarse por los resultados. Las avenidas de este año, copioso en lluvias, han permitido examinar la bondad de la obra. En mi opinión ha resultado una mala idea. El azud de San Marcos, aunque pequeño, era un recurso para contener y modelar el río, atrapar los sedimentos y retener los restos vegetales que arranca antes de llegar a la ciudad. También servía para proteger lo que más abajo se encuentra el agua: las escolleras que protegen los jardines, las pasarelas, el cauce en sí …. Ahora vemos como resultado de la cuestionable obra que los estériles, que antes contenía el dique, se extienden hasta la plaza de toros, que las pasarelas fueron dañadas como nunca, que las escolleras fueron removidas, que los restos vegetales se colaron por todas partes y que el cauce en su conjunto está asilvestrado, contra la mano humana. La dichosa obra que se llevó por delante el azud no sólo fue demoler el dique y sus acciones complementarias, sino que ha de sumar ahora la reparación de todo lo destrozado por una medida sin medida, con poca previsión. Y lo que más me sorprende es que haya sido auspiciada por la Confederación Hidrográfica. ¿Pero no eran especialistas en gestión de ríos?

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