jueves, 25 de mayo de 2017

CARRERA DE AEROBSTÁCULOS

El Aeropuerto de León está sometido a una carrera de obstáculos que impiden su desarrollo. Y llama la atención porque son problemas que se repiten anualmente sin que se ponga remedio. Vaya por delante que nuestras instituciones públicas no tienen la obligación de promover el aeropuerto. Vaya también por delante que no tienen esta obligación en ninguna provincia, pero el hecho es que en muchas lo hacen: unas con más éxito y otras con menos. Para tener una visión general debemos recordar que León, Pamplona y Santander eran ciudades a un nivel similar hace 30 años. Hoy existe un abismo entre León y las otras dos citadas. Es por la calidad de gestión y todo lo que incide en ella. No hay otra explicación. Y el peso del desarrollo aeroportuario es una de las explicaciones más evidentes. Dentro de lo que es necesario para poner una ciudad en el mundo está un aeropuerto. Quien no cuenta con aeropuerto no puede ser destino de grandes inversores. Por eso resulta estratégico no perderlo ni debilitarlo. Además el transporte por esta vía es el más barato, considerados todos los costes. Sin embargo hay quien piensa que es un pecado dar ayudas para mantener los aeropuertos, mientras se subvenciona los pasajes de tren, las autovías o los puertos en cuantías muy superiores. Son juicios de valor que no están basados en las cifras. Un aeropuerto requiere el desarrollo de vuelos concretos, que se mantengan en el tiempo, a costes razonables y en horarios adecuados. Esto se logra diversificando el número de operadores y apostando por ciertos destinos que aporten muchos pasajeros con horarios invariables y exitosos. Además hay que controlar que no haya discontinuidades en la oferta de vuelos. Bien, pues pocas de estas condiciones se cumplen en León. Se deja como único operador a uno que ha demostrado poco compromiso con León. Se evita atraer a otras compañías. No se ata el vuelo principal con horarios fijos y adecuados, y costes competitivos: el de Barcelona. No se trabaja con el aeropuerto como un elemento estratégico en el futuro de la provincia. La última desgracia, que se repite un año más, es que el operador principal deja de volar a Barcelona -destino totalmente rentable sin ayudas- durante mayo porque se acaba el periodo del concurso del consorcio provincial que promueve los vuelos. No puede ser más evidente la necesidad de buscar nuevos operadores, de poner a un profesional del sector al frente del consorcio, de rastrear nuevos destinos, de buscar acuerdos con rutas de aerobús que lleguen a León, como la que vuela desde Braganza a Portimao. Solo hace falta voluntad.

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