lunes, 2 de octubre de 2017

REPOBLAR EL CAMPO

España ve concentrar su población en las urbes y sus entornos más próximos. El proceso viene reforzado por la acumulación de oferta laboral en los grandes centros urbanos. Solo Madrid supone el 15% de la masa laboral del país. Si sumamos la de Barcelona se alcanza el 25%. A otra escala, el fenómeno se traspone en cada provincia, aunque en algunas ni siquiera la capital es capaz de retener a las familias. Las del Sistema Ibérico (Teruel, Soria, Cuenca y Guadalajara) reúnen el área con mayor despoblación de Europa, incluidos los territorios de bosques cercanos al círculo polar. En la Provincia de León hay unos 10.500 kms cuadrados (vez y media el País Vasco) en los que viven apenas 50.000 personas. En consecuencia nos encontramos ante un fenómeno que, si se quiere combatir, no admite medias tintas. Se hacen declaraciones grandilocuentes sobre las medidas contra la despoblación rural, cuando en realidad no se actúa sustantivamente para corregir la tendencia. Hay que dar pasos inequívocos para actuar como convenga sobre un proceso que está reconfigurando la demografía de la Península Ibérica. En primer lugar tenemos que decidir si es necesario hacer algo. Hay quien opina que no es malo que la población se concentre en las ciudades. Otros piensan lo contrario y todos tienen sus razones. En segundo lugar, si se desea que quien quiera tenga la oportunidad de vivir en el mundo rural, se debe acometer cambios estructurales muy concretos. No hacen falta debates ni inacabables comisiones para conocer las principales necesidades de quien quiera asentarse en una zona marcadamente rural. En segundo término ha de existir una buena conexión de internet. Sin ese requisito solo un grupo marginal de pobladores permanecerá en el campo. Además ningún negocio puede prosperar sin conexión a internet; solo malvivir. En tercer lugar hay que permitir la venta directa al consumidor de lo que produce el campo para que la gente pueda ganarse la vida. En la campiña se producen fundamentalmente alimentos. También se genera energía con mucha facilidad (viento, sol, corrientes de agua, geotermia, biomasa, metano de fermentación, etc). En ambos casos la ley debería cambiar para que se liberalicen ambos sectores en las condiciones de ruralidad estricta y solo a escala familiar para evitar así fraudes. En tercer lugar ha de haber buenas carreteras para el acceso a los servicios en los centros comarcales y a la socialización. Por último se debe mejorar la calidad residencial dignificando los pueblos e imponiendo reglas estéticas que eviten núcleos espantosamente feos a los que nadie quiere ya ir.

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