miércoles, 6 de octubre de 2010

Sindicatos y Evolución

La huelga general convocada por los sindicatos el 29 de septiembre ha puesto en tela de juicio su forma de actuar. La respuesta de los trabajadores fue pobre y forzada, como anticipaban las opiniones críticas de muchos de ellos. Los incidentes con los mineros en León, donde se les acusó de oportunistas por pretender capitalizar la acogida a la marcha negra, y la débil participación en la manifestación, en la que apenas había mil personas -según las fotografías-, han plasmado una imagen desfavorable de la trama sindical.
Los sindicatos han protagonizado la mejora y dignificación de las condiciones laborales de los trabajadores. Aún hoy son imprescindibles para conducir la negociación colectiva y confrontar con la patronal, arcaica en algunos aspectos. Sin embargo sería lamentable que este revolcón no condujese hacia una revisión autocrítica en las centrales. Los sindicatos necesitan un replanteamiento sustancial de sus estructuras y actuaciones, aunque algunos militantes, al parecer, no sean conscientes.
En primer lugar ya no deberían forzar la participación en las huelgas con piquetes. Si eso tenía sentido hace veinte años, hoy el país ha cambiado y la gente va o no a la huelga según su voluntad en la inmensa mayoría de los casos. Es violento, abusivo e inadmisible. Mucho más en las PYMES, donde la presencia sindical es mínima y de las que no se ocupan prácticamente nunca. Destila oportunismo. Los sindicatos se han acantonado en la comodidad de la gran empresa casi exclusivamente. En consecuencia sus trabajadores disfrutan de mejores condiciones, abriendo una brecha profunda con el resto.
No es de recibo que los liberados no tengan un trabajo supervisado y que se dediquen a la vida muelle, tampoco que se opongan comunmente a negociar sobre productividad, o que algunos líderes viajen en coche con chófer, o que defiendan a colectivos privilegiados, o … En resumen, los sindicatos han perdido una de sus principales herramientas de convocatoria y de reconocimiento social: la autoridad moral. Urge una catarsis que restaure su imprescindible representatividad antes de que el daño sea irreparable para todos.

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