miércoles, 9 de enero de 2013

Un País sin Controles

Cuando se busca la raíz última de los desatinos que ha originado la crisis actual se recurre frecuentemente a la pérdida de valores. Sin embargo en un estado de derecho hay leyes y normas de diverso rango para preservar las reglas del juego y hacer que se cumplan. Son dos los mecanismos que han de garantizar el funcionamiento de las reglas: los órganos de inspección y los judiciales. La eficacia de los órganos de inspección viene dada por la diligencia de sus miembros en la labor que tienen encomendada y la independencia con la que deben operar. Así la inspección de Hacienda, por ejemplo, puede dedicarse a revisar la actividad empresarial de siempre o puede implicarse en la corrección fiscal de actividades no declaradas, de personajes adinerados e influyentes, de círculos en torno al poder, etc. Los jueces y fiscales a su vez pueden esperar pasivamente la llegada asuntos o tomar parte activa ante sucesos que evidencian indicios de delito. La impunidad de los indecentes ha sido la peste de nuestro sistema político y ha llevado a la descomposición de las instituciones. Y la causa es una creciente interrelación entre los órganos inspectores y judiciales, los políticos y las élites financiero-empresariales. La impunidad empezó en la cúpula y se va extendiendo, como una septicemia, hacia los niveles más bajos de la estructura del Estado. Los inspectores del Banco de España acaban de hacer saber que sus desfavorables informes sobre las cajas de ahorros fueron ignorados y solapados durante años. Sin embargo no parece que se vaya a pedir responsabilidades a los próceres del Banco de España. Qué decir del Tribunal de Cuentas, dirigido por ancianos de hasta 85 años con salarios de 120.000 euros anuales, coche oficial y dos secretarias. ¿Se les pedirá responsabilidades por sus dejaciones? El último episodio bochornoso de esta copulación entre política y control es el fichaje de Rodolfo Martín Villa, de 78 años, para los órganos de dirección de la SAREB, el banco malo. ¿Qué se puede esperar de una institución que empieza con semejantes mimbres? ¿Y de los jueces que entran en política y vuelven a la judicatura?

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