jueves, 5 de marzo de 2015

LA BATALLA DE LOS DATOS

La recogida de datos por los distintos organismos públicos se ha convertido en una herramienta para presentar una imagen positiva del gobierno de turno. Solo el contraste con la opinión de otros sobre esas mismas cifras permite dar en toda su amplitud una interpretación. Y es que los datos en sí mismos no son nada si no se les añade las conclusiones para entender su valor. Por eso la publicación periódica de estadísticas sobre la coyuntura de España se convierte en un ring donde los contendientes pueden decir una cosa y su contraria. Los mensajes del gobierno se centran ahora en la consigna de que las cosas van bien, que el producto interior bruto sube y que hay cada vez más gente trabajando. Y no miente. Sin embargo es imprescindible saber cómo influye el crecimiento económico general sobre las vidas de las personas en particular para hacer una valoración. Un buen dato de la macroeconomía no tiene por qué traducirse en un buen dato para la microeconomía. Es ahí donde el gobierno cuenta una verdad a medias. Para concretar más este último aspecto podemos explicar que un crecimiento global del PIB (que viene a ser lo que produce el país) podría aparentemente ser bueno para todo el mundo. Sin embargo esa creación de riqueza puede redistribuirse entre los componentes de la economía (en cuyo caso todos lo percibiríamos) o no. Si no es así, el crecimiento del PIB se traduce en que una parte de la economía se beneficia mientras otra no lo hace. Es el caso de lo que está pasando. En España el crecimiento general de la renta se distribuye entre varios capítulos. Hay uno que afecta a todos los ciudadanos: las rentas del trabajo, que son básicamente los salarios. Si aun creciendo el PIB, las rentas del trabajo no suben, entonces la gente vivirá peor. Si a pesar de que crece la producción y los beneficios, la masa salarial no se incrementa o incluso baja, las condiciones de vida de la mayoría empeorarán. Eso es exactamente lo que está pasando. Socialmente se están produciendo dos fracturas: una entre estratos sociales y otra entre territorios. Los estratos sociales vienen marcados por la diferencia entre los trabajadores con contratos antiguos, que cobran mucho más, y los que tienen contratos recientes, que perciben mucho menos por el mismo trabajo. La otra fractura se produce entre los territorios donde se está concentrando el trabajo y los que están en la posición contraria. No en vano solo las 8 primeras provincias por dimensión reúnen nada menos que el 50% del trabajo disponible, entre ellos el mejor remunerado.

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