viernes, 13 de noviembre de 2015

PENSIONISTA ALEGRE, TRABAJADOR POBRE

La crisis que experimenta la economía, tras ocho años, ha demostrado ser en realidad un cambio de modelo económico: cambio en el orden de las cosas que considerábamos normal hasta 2007. Uno de los aspectos que resulta más contradictorio es el contraste entre el nivel de vida de los nuevos asalariados y el de muchos pensionistas cuyas cotizaciones venían del periodo anterior a la crisis. Los nuevos salarios se han ido reduciendo marcadamente gracias a la reforma laboral del gobierno actual. En ella se redujeron las indemnizaciones, armonizándolas con las de otros países europeos en su cálculo. Por otro lado no se produjo una elevación del salario mínimo, por lo que aquellos que se incorporaron a la vida laboral en los últimos años lo hicieron frecuentemente con salarios líquidos entre los 600 y 900 euros. Con estos ingresos una persona apenas puede independizarse del hogar paterno. Mucho menos acometer una vida familiar con hijos. Por esta causa es cada vez más frecuente ver trabajadores sin apenas capacidad de consumo, en los límites de la pobreza, entre los jóvenes. En contraste, los jubilados que proceden de la etapa laboral anterior a 2008 han visto cómo sus pensiones ganaban valor, puesto que los precios de los bienes básicos (ropa, comida, combustible …) han bajado. Como las pensiones no han sufrido recorte y la oferta estatal de viajes y servicios a este colectivo ha continuado, su nivel de vida medio mejoró. De hecho es frecuente que un jubilado cobre una pensión superior al salario de un trabajador equivalente. Por eso es común que los pensionistas de una familia estén ayudando a hijos o familiares directos. Sin embargo este trasvase de fondos de las generaciones más mayores hacia las más jóvenes está ocultando un grave desajuste social y económico, al evitar una posible sublevación contra este nuevo orden. Y eso no es positivo. No lo es, entre otras cosas, porque los nuevos empleos de baja remuneración apenas generan cotizaciones que permitan sostener el sistema de pensiones. La masa salarial total ha descendido en los últimos años y la agitación social que provocaría se está acallando con aportaciones económicas de los mayores. Pero la realidad es que esta dinámica agota los fondos de reserva de la Seguridad Social y, si no se cambia esta tendencia, habrá un momento cercano en que se terminen y haya que tirar de impuestos para cubrir la integridad de las pensiones. Por eso que los abuelos sufraguen la insuficiencia económica de los hogares de sus hijos y nietos esconde un problema al que sería mejor enfrentarse hoy.

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