jueves, 8 de diciembre de 2016

ACERCAR EL OESTE

La cultura leonesa se caracteriza por mantener un patrón a lo largo del territorio: la ocupación humana se realiza mediante aldeas muy autónomas que se arraciman en espacios cerrados. Esas demarcaciones comarcales compartimentan fuertemente el territorio. Cada comarca tiene unas peculiaridades asentadas sobre el patrón base: la red de aldeas con un alto grado de autogobierno (concejo, comunales, una iglesia parroquial y un cementerio) y un mercado comarcal que actúa como cabecera. Durante el Siglo XX esos espacios casi cerrados vieron abrirse las comunicaciones, salvo en algunos casos concretos. Es el arco oeste de la provincia el más afectado por el retraso de las carreteras. Eso, que hoy es una desventaja, puede resultar una oportunidad para el desarrollo. La llegada de la autovía a Galicia ha facilitado el asentamiento de población en el Valle de Valcárcel y el desarrollo de un núcleo de referencia turística en el muy accesible Valle de Balboa. Éste último contiene la mayor concentración de pallozas que existe, y ha dado pie a un pequeño y activo complejo turístico en torno a esas construcciones y su recreación. Sin embargo se trata de un espacio reducido, por más que resulte bellísimo. Por eso abrir una carretera aprovechando las pistas desde Balboa hacia el Valle de Ancares y, desde allí, hasta el de Fornela es una oportunidad que la Diputación y los alcaldes de la zona debieran valorar con seriedad para ampliar el horizonte del turista. Si desde Fornela se pudiese continuar hasta la carretera de Anllares a Cerredo, la ruta sería perfecta. Nos encontraríamos ante un hito turístico de primer orden, que daría más importancia todavía a Balboa y que impulsaría los alicaídos valles contiguos, todos ellos diferentes, todos ellos apartados, pero todos ellos también muy atractivos. De la misma manera que la carretera de las Portillinas, que surca los Montes de León desde Corporales hasta el Morredero rozando los 2000 metros de altura, es una de las grandes rutas de España, la que puede atravesar Balboa, Ancares y Fornela sería un itinerario prodigioso. Aprovechando esa mejora de la accesibilidad se podría multiplicar las posibilidades de todos los negocios que allí permiten ganarse la vida a la gente. La ocasión es tan clara que solo hace falta voluntad política para abrir una carretera rural que permita experimentar una aventura inolvidable en el recóndito oeste leonés, el último reducto de las pallozas. Por otra parte, que Galicia esté aprovechando más -con buen criterio- un recurso fundamentalmente leonés, carece de explicación lógica.

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