viernes, 15 de septiembre de 2017

PUEBLOS DE ÉXITO

Las vacaciones nos permiten visitar pueblos y pequeñas ciudades que constituyen historias de éxito, por ser capaces de mantener población joven residente y una cierta actividad económica. Los casos más llamativos son los de pueblos que han hecho de su patrimonio o su autenticidad los motores de un movimiento turístico. Gracias a él se crean puestos de trabajo en la hostelería, en los servicios de guía al visitante, en la conservación del entorno, en la distribución de comida y bebida, en la elaboración de productos locales como repostería o mechandising, … Alrededor de una historia de éxito turístico en un pueblo hay una labor de promoción y venta de la singularidad, de valorización de lo local capaz de fijar población joven en la zona. Y tras esa proyección al exterior hay un punto de rupturismo con el pasado que puede resultar una paradoja. Ninguno de los pueblos con éxito mantiene el aspecto que tuvo hace años en la vida diaria. Todos ellos han tenido que cambiar. Es lógico. Si un pueblo era capaz de vivir de la agricultura, la pesca y la ganadería de antaño, hoy es imposible que lo haga. Los pueblos de éxito vuelcan sus fuerzas en las nacientes actividades turísticas, se adaptan a la nueva realidad y transforman la vida de sus calles para comerciar (porque el turismo como medio de vida se basa en el comercio). Por eso quienes pretenden hacer atractivo un pueblo manteniendo sus esencias se confunden. En primer lugar es imposible mantener el espíritu de la vida de siglos en pueblos que ya no pueden subsistir de las actividades que los dieron sentido en otras épocas. Por eso la idea de la autenticidad parte de premisas falsas. Las poblaciones son un todo continuo y han de evolucionar de acuerdo con los cambios económicos que facilitan la vida a las personas. En segundo lugar, hay una parte de cada pueblo, las propias personas y su aspecto, que han cambiado inevitablemente, porque ha de cambiar. Cuando uno visita Combarro, en Pontevedra, que es un antiguo pueblo pesquero, comprende lo que es la conciliación de lo antiguo y lo nuevo. Lo mismo pasa en Santillana del Mar o en Astorga. Estas tres historias de éxito contrastan con las de Castrillo de los Polvazares o Villafranca del Bierzo. Ambas poblaciones experimentan un fracaso como modelo económico. Este declive conduce a ambos núcleos a convertirlos en decorados vacíos. Villafranca o Castrillo necesitan comercio, hostelería en cantidad, gentío en las calles, consumo, que es lo que genera trabajo e ingresos, sin sacrificar ni el aspecto de sus casas ni el relato de lo que fueron durante siglos. Por esa vía aún se pueden salvar.

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