viernes, 23 de mayo de 2014

LOS MIRADORES EN LEÓN

Comienza la etapa del año en que la frondosidad conquista el paisaje leonés. La leonesa es una frondosidad poco común porque se despliega con aspectos muy diferentes, pero en zonas contiguas. En una misma mirada confluyen las vegas con los campos cereales, los prados alpinos con los sabinares, los bosques de roble con las rastreras que tapizan las peñas. Un paisaje leonés es un caleidoscopio ecológico, una suerte de cubo de Rubik natural. Y habrá quien piense que estas son consideraciones para diletantes, para preciosistas o para poetas descarriados, pero con solo darse una vuelta por las regiones periféricas: la Asturias de los verdes vivos de pradera y ladera, la Galicia de los verdes apagados del eucalipto, la Tierra de Campos que despliega toda la gama de los verde-amarillos cereales salpicada del rojo sanguíneo de las amapolas, se dará cuenta de que León es diferente en algunas cosas, que las variaciones sobre el mismo tema tienen un punto de sorpresa que en nuestros vecinos cuesta más encontrar. Por esta razón las posibilidades que esta provincia proporciona para el disfrute paisajístico son poco comunes. Además dos tercios del territorio o son montañosos o plenos de colinas. Esto abre la posibilidad de acceder a atalayas de vistas formidables. Lugares como el Campo de las Danzas en Ponferrada, el repetidor de Sabero, el cerro Matadeón, en los Oteros, el mirador de las Lomas sobre León ciudad, la vista de la precordillera cantábrica desde Fontanos de Torío, el mirador del Valporquero, el puerto de Tarna, el mirador de Corullón, el de Alija del Infantado, las vistas desde el Puente atirantado de la autopista o desde la ermita de San Froilán en Correcillas son algunos de los miles de ejemplos de estaciones privilegiadas para la contemplación del paisaje. El arco de casi 300 kms de montañas que ciñen la provincia por el norte y el oeste son una materia prima sin fin para los amantes de la contemplación. León necesita una red de miradores, ubicaciones fácilmente accesibles para todos los públicos desde las que disfrutar de la inmensidad que proporciona un aire transparente alejado del mar. Lo más difícil, que es tener las vistas y el aire cristalino, ya lo tenemos. Hace falta habilitar accesos, preparar las zonas de observación, indicar dónde están, facilitar información sobre lo que se observa y, lo más importante: publicitar una ruta para visitar los miradores que atraiga incluso al que no acostumbra a bajar del coche. León es diferencial en esto. Sólo hace falta venderlo.

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