domingo, 18 de septiembre de 2016

AEROPUERTOS NOQUEADOS

La eclosión de instalaciones aeroportuarias en España se ha convertido en un elemento de crítica banal. Todo el que no tiene a mano algo de lo que hablar mal, se dedica a vituperar la red de nuevos aeropuertos. De nada sirve que algunos vayan bien. Tampoco que sea evidente que, mientras en otros lugares de Europa hay decenas de compañías operando vuelos regionales, aquí solo exista fundamentalmente una. En cuestión de aeropuertos hablar por hablar se ha convertido en la norma. Nadie aporta un solo número que acredite sus afirmaciones. Hace poco se ha conocido el rápido despegue del Aeropuerto de Castellón, que en 2017 superará, por ejemplo, al de Valladolid. Esa pista se puede poner al nivel de la almeriense en poco tiempo (unos 700.000 viajeros por año, es decir, tres veces Valladolid), pero nadie reconoce el cúmulo de tonterías que se ha dicho sobre tal instalación aeroportuaria. Pero volviendo a las toneladas de críticas sobre los aeropuertos, se dice que se subvencionan. Lo que no se entiende es por qué si cada billete de AVE nos cuesta un buen dinero en subvenciones (mucho más que cualquier billete de avión), y todavía más en las líneas del norte, como la de Galicia o la de Asturias, no se critica abiertamente al tren y sí a los aeropuertos de ciudades pequeñas, cuya inversión ha sido una minucia en comparación. Véase que el Aeropuerto de León supuso 80 millones de euros y la vía AVE a Valladolid con sus estaciones ronda la friolera de 2.500 millones, es decir, 30 veces más. Parece haber una voluntad expresa en no dar explicaciones a favor de la red aeroportuaria por quienes podrían hacerlo. ¿Y a quién beneficia eso? Sobre todo a los que quieren tener el mercado de vuelos regionales bajo su control. Pero es que esas líneas pueden ser clave para el desarrollo en este país, donde el AVE no compite porque pasa necesariamente por el centro peninsular. Los interesados en un mercado sin competencia, frenado en su desarrollo, trabajan para entes privados y públicos. Esa es la realidad por la que el Aeropuerto de León llegó hasta los 170.000 pasajeros al año y con una proyección de superarlos ampliamente con dos operadores principales. Sin embargo en 2015 solo registró 38.500 y prácticamente un solo operador: el de siempre. El problema de León es solo parte de un problema de Estado y harían bien las nuevas fuerzas políticas, Ciudadanos y Podemos, en denunciar este oligopolio consentido y apoyado durante años. ¿Habrá valentía para imponer una competencia justa en el sector y que así se despliegue la operatividad de nuestros aeropuertos?

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