miércoles, 17 de noviembre de 2010

De Funcionarios y Venganzas

La crisis ha puesto en boga citas como la “baja productividad de los funcionarios” o la “necesidad de reducir su número”. Por otra parte, las autoridades económicas internacionales recomiendan reducir el peso del sector público español, aunque el presidente del gobierno no parezca dispuesto. La percepción de los ciudadanos es que la administración pública es un maremágnum en el que al lado de profesionales dignos convive un absentismo laboral injustificado. En definitiva, existe un problema con esta cuestión que no puede quedar oculto.
Entre esos empleados hay diversas categorías, ya que no todos son “funcionarios”, palabra que sólo define a una de ellas. Sin embargo no es éste el rasero que permite diferenciar entre unos y otros. La clave está en el acceso a la función pública. Por un lado se encuentran los que llegan a la misma a través de un examen justo con tribunales imparciales. Por el otro se halla el numerosísimo grupo de los que han accedido a dedo de forma más o menos camuflada, y los contratados con criterio similar por empresas públicas (que no son todos los reclutados). Son estos dos últimos grupos los que deberían ser depurados según una parte importante de la ciudadanía. Quienes no discriminan entre unos y otros son movidos exclusivamente por la envidia o el desconocimiento y un inexplicable afán de venganza nacido sabe Dios de qué. Por eso los empleados públicos, al otro lado de la trinchera, no deberían confundir a los que increpan sin más con los que reclaman una higienización laboral de lo público.
Por otra parte, está el problema del control del rendimiento en los entes de la Administración, una necesidad inaplazable ante las evidentes malas prácticas en numerosos puestos de trabajo. También habría que revisar los exámenes de acceso, que sólo miden conocimientos y no actitudes o personalidad. Por ejemplo, para dar clases en secundaria no vale cualquiera con conocimientos. Se requiere una actitud determinada ante aulas conflictivas y padres henchidos de poder y carentes de educación. Por último, choca que sean ciertos sindicatos quienes más se resistan a estas reformas. ¿Por qué será?

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