jueves, 30 de octubre de 2014

CALIDAD ALIMENTARIA EN EL COLE

El escándalo de los gusanos en la sopa dispuesta en los comedores de los colegios públicos se ha centrado en el aspecto sanitario. Las dudas se han extendido, como es lógico, sobre la salubridad de la comida que se les ha servido a los niños. Si la ingesta de esas viandas produce o puede producir intoxicaciones o toxiinfecciones a los usuarios es una primera preocupación, ya que se pone en peligro la integridad física de esas personas. Del control de ese aspecto ha de ocuparse la red de laboratorios correspondiente y el sistema de calidad de la empresa que lo sirvió. Ha quedado claro que los controles de la adjudicataria del servicio han fallado clamorosamente, ya que no sólo se ha servido la sopa con el mismo problema en un colegio sino en varios. ¿Cuál ha sido el papel de la inspección pública? Un segundo aspecto es el relativo a las cualidades organolépticas de los alimentos que se sirven. En ese apartado hay que evaluar el color, el sabor, el olor, el aspecto general, la textura de lo que se sirve para comer. En otras palabras, más allá de la seguridad sanitaria está la calidad gastronómica. Es en esta vertiente donde la investigación sobrevenida a raíz de los gusanos de la sopa evidencia que no se controla como es debido lo que se les da a los niños. Parece que no importa lo que se les sirva, ni si la mitad de la comida queda sobre las mesas porque no está buena. Este apartado, que afecta a la educación del paladar y a la nutrición de los alumnos ha quedado relegado en el debate, cuando afecta directamente a toda la red de comedores escolares. En estos días nos hemos enterado de que la comida se cocinaba dos veces por semana en Málaga y se traía en camiones hasta Valladolid, desde donde se distribuía. Cuando uno examina lo que come un niño, concluye que es imposible poner comida con buenas cualidades organolépticas en esas condiciones. Imagínense el atractivo gastronómico de una pizza o una tortilla de patata hecha hace dos días. Eso por no entrar en la degradación de sus aportes nutritivos. Fenómenos como el secado, la oxidación, el viraje de color, la pérdida de esponjosidad … hacen que los alimentos no deban permanecer en espera por la pérdida de la calidad percibida a simple vista. Por eso me pregunto quién estaba vigilando este aspecto en la administración pública. En consecuencia me interrogo por los responsables de que a los niños se les sirvan en los comedores productos infraalimentarios, sin necesidad de que en estos haya peligro para la salud. ¿Es que para los niños vale todo?

1 comentario:

Carmen dijo...

Javier el tema del estado del menú servido en los colegios es un detonante más del "todo vale".
Es preocupante pensar que estos niños (hijos,nietos) viven en una provincia donde los productos frescos son de primera calidad, reconocidos allá donde se presenten.
Y no se permite, que tengan acceso a ello, en la alimentación diaria.
¿Qué mejor comida que la preparada con productos frescos, que salgan de las huertas leonesas?
Es la salud de nuestros hijos,basta ya!