miércoles, 22 de junio de 2011

¡No Hay Pan Para Tanto Chorizo!

Ese es uno de los lemas más coreados en la manifestación del pasado domingo, 19 de junio. León se echó a la calle y entre cinco y diez mil personas se movilizaron a favor de las reivindicaciones que ha popularizado el movimiento 15M. Ninguna fuerza política es capaz de sacar hoy en manifestación a una cifra similar de seguidores. Algo querrá decir.
La participación ha resultado sorprendente porque en las últimas semanas numerosos políticos y medios de comunicación habían pretendido distraer el interés público por las reivindicaciones centrales, que tanto cuestionan su papel. Que una plataforma sin liderazgos claros y coordinada desde las redes sociales de la web haya logrado este impacto resulta significativo. Habiendo decenas de acampadas por toda España, sólo se han registrado incidentes violentos en tres o cuatro -por la infiltración de individuos antisistema-, lo que es un ejemplo de eficacia y buen hacer. Quisieran los partidos que tanto les critican tener sus filas la mitad de limpias que el movimiento 15M.
La corte mediática de los dos grandes partidos arremetió contra el 15M a pesar o a causa de su falta de filiación. Probablemente se dieron cuenta de que este movimiento ciudadano se puede escapar a su control. Centenares de miles de personas se han manifestado contra siglas que son meros aparatos de poder en demasiadas ocasiones; contra responsables de la banca impunes, a pesar de su comportamiento negligente y dañino para la sociedad; contra gastos superfluos pagados con dinero público mientras se recortan derechos sociales.
No bastan unas simples elecciones. Si PP, PSOE, CIU y el resto de partidos con representación no empiezan a experimentar un cambio radical de actitud, su contumacia sólo podrá ser interpretada como desprecio hacia los ciudadanos. Ha quedado en evidencia que los cauces de participación civil en la política están secuestrados. Desde ese punto de vista y en las actuales circunstancias las autoridades deben salir de su burbuja y arbitrar mecanismos de participación. En definitiva, la política debe bajar más a la calle y los ciudadanos incidir más directamente en la política.

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