Tras la victoria aplastante en las elecciones generales, la dirección del Partido Popular parece haber iniciado un soterrado relevo de todos aquellos elementos considerados discordantes o arriesgados para los intereses de la agrupación.
Por una parte ha quedado en evidencia que, bajo la dirección de Rajoy, se ha puesto un cordón de seguridad en torno a la Comunidad Valenciana y a todo lo que pueda haber estado cerca del Caso Gurtel, aunque no conste implicación alguna de los sujetos en cuestión. Así, ha quedado en la cuneta política González Pons, que esperaba una cartera ministerial. El declarado “no culpable” Camps también ha sido también postergado.
Por otra parte, dentro de la caza al excéntrico y a los caciques locales, no parece sobrevenida la admisión a trámite del procesamiento de Fabra, de la diputación de Castellón, justo tras la victoria electoral. Casualidades. Hay que recordar que había sido intocable durante un largo periodo de tiempo.
En el mismo capítulo se puede encuadrar la marcha del casi perpetuo Baltar, en la diputación de Orense. El señor, no muy modesto, explicaba que se iba porque a él no le echa nadie, así que no lo pudo dejar más claro: o se iba o le echaban. Un indicio más sobre el cambio: Tomás Villanueva, jefe del PP de Valladolid, relacionado con ciertas adjudicaciones polémicas en la Junta, ha sido excluido de la dirección del PP nacional en el congreso de Sevilla.
Ahora, justo después de las generales, se van haciendo públicas en Madrid actuaciones de líderes provinciales que ponen en tela de juicio su idoneidad. Para preparar el terreno tampoco les han dado un papel notorio en Sevilla. Los congresos locales no darán las claves de esta depuración.
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