domingo, 10 de junio de 2007

Una Oferta Distinta

La Semana Santa que conocemos tiene su origen en las convulsiones religiosas que vivió el cristianismo durante el Siglo XVI. Fue entonces cuando nació el protestantismo, que privaba de valor religioso a las estatuas e interiorizaba el sentimiento religioso convirtiendo a cada individuo en un templo de Dios.

La reacción de Roma y de sus partidarios fue llamada “Contrarreforma”. Entre los aliados papales se encontraba el gobernante de la primera potencia del momento: el Rey de las Españas. Fue en sus territorios donde se desató la respuesta más furibunda a las tesis de Lutero.

Con ella llegó el enaltecimiento de los iconos creando una de las mayores escuelas de imaginería de la Historia en la Corona de Castilla. Frente a la interiorización evangelista se desarrolló la representación esculpida de los pasajes bíblicos, que llenó las iglesias de retablos y recargadas decoraciones alusivas. Las calles se llenaron de procesiones que mostraban el realismo brutal de las tortura crística a la luz de las velas. El populacho pudo entonces compartir aquel éxtasis colectivo con la autoridad establecida.

La dramatización del dogma religioso, indisolublemente unido a las representaciones de autoridad, tomó las calles de las principales poblaciones del reino. Sin embargo, donde más fulgor alcanzó esta manifestación fue en los principales centros del momento: Sevilla, capital económica del Imperio, y Valladolid, centro político donde la nobleza se acercaba al Rey.

Este preámbulo nos indica que cuatro siglos y pico más tarde León, que entonces era una ciudad pequeña y decadente, no puede aún hoy pretender rivalizar con otras semanas santas como las citadas utilizando los mismos recursos. La calidad de la estatuaria, la suntuosidad, la poderosa tradición y la economía superan lo que las cofradías leonesas pueden ofrecer.

La Semana Santa fue un fenómeno religioso en su origen, pero en la actualidad se vuelve crecientemente festivo, asociativo y turístico. No hay contradicción en ello. El reconocimiento de esta realidad debería ser el primer paso para reelaborar la Semana Santa leonesa y hacerla más nuestra, más diversa, más heterodoxa.

En estas fechas la ciudad despliega la mayor movilización colectiva de sus ciudadanos. Por eso es importante que ese caudal humano que reúne los silencios con el bullicio de la sangría, que mezcla la solemnidad con el golferío, que reúne, en fin, todo lo que la personalidad de esta ciudad ha sido y es, se transmita al exterior con buena dosis de creatividad autóctona. Sólo así lograremos que nuestra Semana Santa procesione con un ritmo propio

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