domingo, 15 de junio de 2008

Colapso Demográfico

La publicación de los datos del último censo de población ha causado en León un importante revuelo social. La certeza de que esta provincia lleva quince años de caída sin que nadie parezca evitarlo ha abierto nuevamente el debate. La pérdida del medio millón de habitantes, una cifra psicológica, y el que Valladolid, nuestro competidor, haya rebasado las cifras leonesas ha provocado el desánimo en algunas personas. Sin embargo, es necesario asumir que los lamentos de poco sirven. Además, el repaso de los censos permite sacar otras interesantes conclusiones, útiles para la búsqueda de soluciones en el medio plazo.

Las reacciones de los dos partidos políticos mayoritarios han sido peregrinas. Para el portavoz del gobierno del PP es preferible ignorar los censos e insiste en que la comunidad autónoma crea empleo. En el caso del PSOE se afirma que la gestión del partido en el gobierno es desastrosa y que eso explica la pérdida de población. La visión de ambas formaciones no puede causar sino desazón en los ciudadanos. La situación es tan crítica que en el periodo autonómico (1981-2001) la población de Castilla y León cayó en casi 130.000 habitantes sobre una base que no llegaba a los 2.600.000. No existe otro lugar donde haya sucedido algo parecido. Ocho de las nueve provincias han perdido población. Valladolid, a pesar de haber recibido una ingente cantidad de recursos públicos, presenta un crecimiento débil. Por tramos de diez años, sólo en Valladolid se presenta un crecimiento leve, pero sostenido. En definitiva, la actual tendencia conduce al colapso demográfico de una gran parte del sistema de poblamiento en la autonomía, y augura para León y Zamora los peores presagios. Es incomprensible que el PP evite abordar este debate. No menos lo es la inconsistencia del discurso del PSOE, mudo para proponer soluciones transformadoras.

Una de las principales conclusiones que se deducen de dichas cifras, aunque los partidos aspirantes a gobernar lo soslayen, es que, tras veinte años, se comprueba que ésta no es una situación coyuntural o transitoria. La caída es creciente desde que se creó la Autonomía. Sólo cabe deducir que esta unidad autonómica adolece de un grave problema estructural. La recomendación de fraccionarla en trozos más homogéneos y fácilmente gestionables empieza a ser, más que una entelequia, una necesidad al contrastar los favorables datos de La Rioja, Cantabria, o Asturias -que abordó una severa reconversión en igual período-. La despoblación del norte interior y la desconexión en esta área de Madrid con el borde costero peninsular es ya un problema de estado. ¿Habrá valentía para abordar la interpretación imparcial de los datos demográficos y proponer las drásticas medidas necesarias?

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