martes, 9 de diciembre de 2008

Los Pueblos: Los Cimientos de un País

Durante las últimas semanas nos hemos ocupado de las principales poblaciones del territorio de influencia bañezana: Veguellina de Órbigo, Santa María del Páramo y la propia entidad de La Bañeza. Hemos expuesto algunas de las causas y análisis que nos hacen pensar que toda este área podría tener un futuro prometedor. Incluso nos extendimos sobre lo que más difícil suele resultar: hemos enumerado propuestas muy concretas, y nada descabelladas, para hacer realidad ese futuro de desarrollo y riqueza.
Sin embargo, no nos hemos preocupado hasta hoy de los pueblos menores que ocupan sus comarcas. Es necesario exponer que ninguna cabecera se comprende y justifica si no es gracias a su entorno. Las cabeceras comarcales adquieren sentido cuando son consideradas dentro su zona de influencia y, también, de dependencia.
En el caso de La Bañeza esa zona es muy importante, considerada dentro de León y del Noroeste. Esta afirmación no es un recurso fácil para ganarnos al amable lector. León, entendido como región, es decir, incluyendo el Tras Esla zamorano y el Tras Os Montes portugués más próximo, se estructura en varias largas cadenas de poblaciones que siguen alguno de los grandes ríos que Nuestra Tierra contiene. En torno a ellos aparece una cabecera o varias, y una aglutinación de la población alrededor de las vegas, que deja de ser urbana en la mayoría de los casos para mostrarse como absolutamente rural. Estas aglutinaciones veganas y sus cabeceras suman hoy más del 90% de la población leonesa, si excluimos la Capital.
Tenemos Villablino, Toreno, Ponferrada y El Barco de Valdeorras sobre el Sil; La Magdalena, Carrizo, Benavides, Veguellina, La Bañeza, Santa Cristina de la Polvorosa y Benavente sobre el Órbigo; Puebla de Sanabria, Mombuey, Camarzana y Santa Colomba sobre el Tera; Braganza y Torre de Moncorvo sobre el Sabor; y, por último, Cistierna, Quintanas de Rueda, Gradefes, Mansilla de las Mulas, Valencia de Don Juan, Villamañán, Miranda do Douro y Freixo sobre el Esla (estas dos últimas sobre el Duero según la nomenclatura al uso). El resto de medianos y grandes núcleos se encuentra sobre ríos menores, con vegas pequeñas, o incluidos en rutas de acceso a la región (Sahagún, León, Astorga, Bembibre, Villafranca del Bierzo, La Robla, Santa María del Páramo, etc).
La densa malla poblacional del Órbigo, sólo comparable a las del Esla y el Sil, está en el núcleo de todo este sistema fluvial y poblacional. Su debilitamiento influiría de forma devastadora sobre los territorios circundantes, que quedarían más aislados entre sí. El mantenimiento, fundamental, de esta zona dentro del esquema productivo leonés pasa por dos requisitos, aspectos que al lector habitual le van a sonar a conocidos:
1- El mantenimiento de actividades económicas, generalmente agrícolas, ya asentadas, sometidas a un proceso continuo de optimización para reducir los costes.
2- La creación de nuevas actividades económicas, unas por diversificación, a partir de la actividad agrícola y ganadera tradicional -como por ejemplo la producción a través de cultivos energéticos o ecológicos-, otras por nueva implantación -como el turismo rural o la transformación de productos del campo para elaborar productos de consumo-.
En ambos casos es muy importante cubrir algunas necesidades:
-Inventariar cuantos recursos se hallen en la zona que estudiamos, tanto si tienen valor económico actual como si lo tienen potencialmente.
-Crear asociaciones, mancomunidades o colectivos que permitan coordinar los diversos esfuerzos, realizar un único esfuerzo en común en ciertas circunstancias y captar dineros públicos en las instituciones.
La enumeración de estos apartados puede resultar a algunas personas confusa, grandilocuente o demasiado general. Lo desarrollaremos en las próximas semanas para que a nadie le quede sombra de duda: en León se puede hacer todo eso; mucho más en nuestras comarcas, que reúnen todas las condiciones para trabajar sobre estas bases.

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