lunes, 22 de diciembre de 2008

El Problema Leonés: Un Territorio sin Definir (2000)

Son muchas las obras aparecidas sobre León y lo leonés. En todas ellas se da por supuesto que León es algo perfectamente definido, un concepto maduro delimitado por características claramente percibidas por todos. Sin embargo, cuando entramos a la discusión de qué es el núcleo de lo leonés descubrimos que ni todo es tan nítido ni es tan fácil poner unos límites.
Esta misma pregunta, ¿qué es León?, nos la hicimos algunas personas hace tiempo. Sin pretender descubrir la pólvora cuestionamos hasta la propia existencia de lo leonés y, al día de hoy, tenemos algunas respuestas. Hay un territorio peculiar el cual ocupa un espacio que coincide con la Provincia de León y con algunas otras zonas. Los límites de esa área están ya parcialmente definidos, pero nos hayamos a menos de una cuarta parte del camino para llegar al final de su delimitación.
Se ha querido identificar León con los espacios que fueron divisiones administrativas o dominios de una corona en determinadas épocas de la Historia. En todos los casos parece haber consenso para partir de la base de los territorios provinciales, pero nosotros nos cuestionamos ¿cuál es el origen de las actuales demarcaciones provinciales?. La actual división en Provincias data de 1833 y fue realizada por encargo de la Corona Española. Los criterios de tal división intentaron conciliar las prioridades administrativas con otros intereses de ciertas clases dirigentes, y con las divisiones anteriores (1749, 1822, etc). En dicha acotación no existieron consideraciones relativas a la geografía humana, la etnografía, la economía u otros factores que hoy debmos considerar esenciales para definir los grupos humanos. Por lo tanto la actual división provincial no puede haber creado sentimiento de pertenencia más allá que el propio de la influencia ejercida por la educación escolar.
De ahí, por ejemplo, que sea poco relevante desde el punto de vista estrictamente sociológico que un señor de Doney de la Requejada (Sanabria) y otro de Fermoselle (Arribes de Duero sayagueses) digan que se sienten de Zamora, puesto que el contenido o significado de tal sentimiento ha de ser por fuerza muy diferente e inconexo. Doney y Fermoselle, bellísimos parajes en ambos casos, no tienen nada que ver entre sí. Sin embargo ambos personajes hablan influidos por las enseñanzas recibidas en la escuela y en su casa, procedentes éstas, a su vez, de la escuela.
Otro tanto se puede decir de aquellos que identifican una región humana con tres provincias como León, Zamora y Salamanca. Aquéllos que las conocemos bien y, por ello, las amamos sabemos que se extienden por ámbitos de geografía humana muy diferentes. Qué decir de aquellos que incluyen además en una pretendida región leonesa las provincias de Valladolid y Palencia. Cuando es posible diferenciar perfectamente la región de Tierra de Campos de nuestra comarca del Payuelo, contigua como es ¿cómo mezclar Villada con Santa María de Ordás?. ¡Qué decir a aquéllos que hablan de una región humana llamada Castilla y León!. Ni siquiera sabemos concretar lo que es Castilla como para mezclarlo con León. Sólo podemos decir que son muchos los grupos humanos diferentes que se asientan en un territorio autonómico que es la quinta parte de España y que carece de la más mínima homogeneidad.
Es por tanto muy difícil hablar de auténticos Pueblos sociológicos si no queremos desprendernos de las ataduras que imponen los límites provinciales, que son meramente administrativos. Nosotros lo hemos hecho para intentar entrever cuál es la estructura real de la sociedad española y, concretamente, de la sociedad que nos rodea. Hemos repasado todas las divisiones administrativas conocidas, que han sido muchas antes de la actual, y todas adolecen de las mismas limitaciones salvo una. La división de los cronistas romanos y griegos estaba sujeta más a caracteres descriptivos de los sujetos y grupos humanos que encontraban en los territorios conquistados que a variables de otro tipo. Aún más interesante resulta saber que en el caso de lo "leonés", si así queremos llamarlo, nos encontramos con una institución, el "conventus" que ligaba sus límites a los del asentamiento del propio Pueblo gobernado: los astures.
Indudablemente se puede argumentar que esto pasó hace dos mil años, pero no es menos cierto que esta es la referencia más válida que tenemos. Lo que haya llegado a nuestros días se basó en el "conventus asturum", que ocupaba nuestro territorio, y se habrá ido modificando en el curso de la historia. De aquellos astures sabemos algunas cosas como que se distinguían dos grandes grupos dentro de ellos: los que vivían a un lado de la cordillera y los que vivían al otro. No consta que tuviesen unidad política antes de la llegada de Roma, pero Roma prefirió adaptarse a la geografía humana.
¿Qué queda hoy de todo esto?, todo y nada. Indudablemente los leoneses actuales tienen muy poco que ver con aquellos astures augustanos, aunque desciendan en alguna medida de ellos. Sin embargo hay algo que no ha cambiado tanto y que, igual que entonces, consiguió diferenciar a aquellas gentes de sus vecinos: el territorio. Conocemos el territorio que ocuparon aquellos astures y, aunque se han sucedido los cambios climáticos, tecnológicos, económicos, administrativos, etc existe un sustrato que ha variado muy poco y que supone una unidad de adaptación en los individuos que han pervivido sobre él.
Es cierto que los grandes cambios de los que hemos hablado tienen que haber afectado siquiera a sus comarcas limitantes con los vecinos a los que, quizás, se hayan asimilado en unos casos o hayan absorbido en otros. Sin embargo las zonas más interiores, nucleares y aisladas de los Pueblos han de haber permanecido diferenciadas, con una evolución que les es propia y adaptativa a su peculiar medio. Los viejos astures nos proporcionaron una base cultural perfectamente adaptada a su medio y a sus circunstancias históricas sobre la que, tras siglos de readaptación y evolución sobre el mismo terruño hemos llegado a ser leoneses.
Definir el territorio que ocupamos es definir aquellos caracteres que nos hacen diferentes de otros grupos. Y definir aquellos caracteres que nos hacen diferentes como grupo es definir también cuáles son nuestros problemas comunes, nuestras necesidades y, en definitiva, nuestros intereses. Llegados a este punto es necesario. decir que nuestros intereses están situados, al menos en una parte sustancial, en la economía y el desarrollo. Intereses comunes son las carreteras y sus trazados de forma que mejoren nuestras posibilidades de comunicación interna y con el exterior. La defensa de nuestro sector primario, diferente del de nuestros vecinos, es interés común. La potenciación de nuestra propia red de ciudades es interés de todos. El crecimiento económico de nuestros vecinos y nuestra competencia con ellos por los mercados es también de interés común.
Exponemos por tanto un planteamiento de la regionalidad leonesa no tanto basada en unos lazos históricoculturales, que efectivamente existen, como en la manifestación última de los mismos que son los lazos económicos, los que más pueden impulsar al ciudadano de hoy al compromiso con su región y con su futuro común.
De esta manera hablar de Castilla y León o de León, Zamora y Salamanca nos parece un disparate sin apoyo social alguno, porque contra la evidencia no caben trucos o invenciones. Hablar de León como provincia es útil y manejable de cara a una planificación, pero también insuficiente, corto de miras y escaso para reconducir la situación económica comprometida que León atraviesa. Hablaremos en próximas entregas, para no alargar más un escrito que es de por sí demasiado extenso, de qué hemos llegado a concluir que es lo leonés y que límites territoriales tiene, así como sus implicaciones económicas de todo tipo, ignoradas hasta hoy por las administraciones públicas que nos tocó sufrir.

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