viernes, 5 de diciembre de 2008

El Cargo, La Mentira y El Culo

Es largo el camino y, durante él, la vida se extiende como una sucesión de escenas, de personajes, de circunstancias que, a la par de entretenidas, son fuente de abundante instrucción. La vida es como los carteles electorales: pasan unos ..., pasan otros ..., y ¡venga a pasar ...!, y ¡venga ...! -¿Por qué será que parece como si todos pasasen?-; interminable hilera de rostros vulgares, pero, eso sí, con aire célebre -los electorables, digo-, que es condición “sine qua non” para llegar al triunfo, al párnaso de la caspa, donde, para que ni una brizna se escape, es cubierta con abundantes fijadores, lacas, fermentos y aliños.
La vida es una sucesión de rostros, pero también de almas; lo digo, más que nada, porque si la cara es el reflejo del alma no queda más remedio que mirar a las dos. El caso es que se duplica el trabajo: que si la cara ..., que si el alma ... Total para nada, porque existe gente (¡sí, sí!) a la que no se le ve el alma a través de la cara. Como lo oye. Hay gente que cuenta las cosas a medias, sólo por presentar el lado que más les interesa. Hay gente que no responde a lo que le preguntas sino a lo que le da la gana, o que te replica algo totalmente inconexo con lo que le inquerías. Además, van y te dicen “mire usted” y “por consiguiente”; como si así lo hubiesen arreglado.
Hay gente con disturbios emocionales, creo yo, que, según qué épocas, besan a los niños, aunque no les gusten. Como besan a tantos alguno les pega los “narrios” y terminan odiándoles más. Hay gente que se ha acostumbrado a decir unas cosas y a hacer otras sin que les remuerda la conciencia (¿cómo les llamaba mi padre? A ver si me acuerdo ...). Unos insensibles es lo que son, señora. Esa gente, que se beneficia cuanto puede de una posición de privilegio sin tapujos ni medida; esos que quieren condicionar las opiniones de los demás si les son desfavorables; esa gente de inteligencia menuda, víctimas de su propia imagen, esclavos de su exclusivo interés, amigos de la canallada subterránea, testaferros de cualquier superior, correveidiles del casposo mayor, votasíes hasta la incongruencia rayana en la locura, ocultadores de injusticias pavorosas, arrebatacapas de sus convecinos al albur de la última tendencia sociológica: casposos con laca, pero de índole menor al fin; a esos, advierto, no se les ve el alma mirándoles a la cara.
¿Y qué se puede hacer si a esa gente no se le aprecia el alma escrutando la cara? ¿Cómo se sabe si bajo la prístina sonrisa se esconde la intención malvada, la mentira a flor de piel, la conciencia encallecida, el medro por el medro, la cara acerada y el sentimiento de culpa atrofiado? Pues si el alma no se ve por el anverso habrá que mirar por el reverso, o sea que, en estos casos, el culo puede ser el espejo del alma (¡mira tú por dónde!, y nunca mejor exclamado). ¿Qué trasunto espiritual trasciende la epidermis de esta zona belluda y deletérea?
Hay culos redondos de tanto estar en silla grande, que en estos casos a todos les gusta el trono; son culos de ponente. Hay culos ladinos, estrechos y mezquinos, de silencioso ventoseo, cuyo dueño mira con cara ofendida a los que le rodean, culos congresuales en definitiva. Está el culo carioco, que mucho se agita, pero termina cagándola. Por último, se encuentra el culo laxo, aquél de esfínteres relajados que en nada destaca, aunque espera su oportunidad; no pee más que cuando se lo piden y espera su premio sin tensión, como con desgana. Suele culminar su objetivo si no pedorrea a las órdenes de un reverendo inadecuado.
El culo, ese rotundo mapa interestelar con su agujero negro y todo, esa intemporal joya esotérica de arcanas profundidades nos muestra el camino. Si la cara es neutra, mira al culo; si la caspa se atrinchera, el culo, como el oráculo de Delfos, acudirá en tu ayuda en medio del marasmo y el desnorte. La ensoñación de una reata de mentirosos, de los amarrados al pesebre, con el culo al aire es una experiencia placentera y, a la sazón, embriagadora.
Y con todo ¡cuánto desperdicio! ¡cuánta superficie para tan poca conciencia! ¡hay tan poco que ver reflejado en tanta carne apaleada, en esos mares muertos ahítos de cuero noble y terciopelo acolchado ...! Es tiempo de culos espesos, viles y agradecidos, y sólo su transparencia espiritual los hace útiles a la multitud. Sed prudentes y no tengáis empacho: ante las caras marmóreas sólo los culos al aire nos harán libres. La culomancia nos liberará del tirano.

1 comentario:

Alfonso Mielgo dijo...

Los pesebristas profesionales no hacen más que poner el culo y luego dejar que crezca sobre la poltrona...
Pero ya que estamos líricos, permíteme que haga alguna aportación para hacer más distendido el momento:

FRANCISCO DE QUEVEDO:
"Los culos son cómo flores,
los hay tersos, los hay pochos
siempre tan llenos de olores,
pero a su manera hermosos.
.
Y ya que hablamos de culos
yo no miento si farfullo
que no hay aliento más puro
y reconocible en el mundo
que lo que sale del culo
.
No te avergüences amigo,
desde el rey hasta el mendigo,
después de haberse cuescado,
la sabana ha levantado"

FRANCISCO DE QUEVEDO