sábado, 20 de septiembre de 2008

Los Cursos Intrépidos

Este verano la Universidad de León imparte algunos de sus cursos de verano en sedes tan lejanas de sus centros académicos como los Picos de Europa. El esfuerzo resulta magnífico y loable por varias razones. En primer lugar, significa que existe un grupo, bien que todavía reducido, de profesores dispuestos a salir de esa placenta académica que es el Campus. La barrera entre las gasas del aulario y la realidad de la vida profesional en la calle, donde los problemas no esperan para ser resueltos, es un obstáculo psicológico difícil de superar y no son muchos los miembros de la Institución capaces de dar el paso. Sólo puede transmitirse la enhorabuena y el aliento a quienes, sin ser empujados por una exigencia reglamentaria -en unos colectivos sujetos a normas laborales laxas-, toman esta decisión de sacar la cátedra de su cama. En segundo lugar, se ha tenido la iniciativa de llevar los cursos lejos; allá donde las dificultades logísticas, la escasez de medios y la exigencia de desplazamientos al alumno convierten estas sesiones en algo más que un mero pasatiempo de verano. Los réditos que los alumnos y profesores obtienen en una experiencia así son, en términos de conocimiento adquirido, incomparablemente superiores a los que revierten en muchas clases del Campus de Vegazana. La Universidad comienza, por esta vía, a reincorporar ese carácter de conocimiento del universo que olvidó, rodeada más de lo conveniente por política de pasillos, becarios obedientes y pensamientos incontestables dentro de ciertas cátedras sin reciclaje mental o personal. Los alumnos han comentado que los ponentes conocían bien los temas de los que hablaban, que eran aptos para ese cometido. ¡Cuánto aprendizaje con tan poco engolamiento! Por último, la labor de extender el saber, de abarcar el territorio, de pensar en leonés, puesto que la Universidad de aquí ha de ser la puerta al conocimiento universal a partir de una óptica leonesa, es una traza a seguir. La impronta de los cursos de verano concebidos como foro abierto, como cultura extendida, como pensamiento académico viajero, como constitución de conocimiento a partir del trocito de mundo en que nos ha tocado vivir, es una meta que rompe viejas frustraciones.
Por fin, León puede ver que la Universidad es una parte de su entramado social. El campo de ensayos está aquí, aunque a muchos, algunos pretenciosos o acomplejados, otros fascinados por lo extranjero, se les había olvidado. Los robinsones pedagógicos de Picos, en algún caso, son viejos conocidos, pero el ejemplo ha de cundir en nuevos prosélitos, y por eso sólo hay una respuesta social que devolverles tras este esfuerzo: admiración y ánimo.

No hay comentarios: