martes, 30 de septiembre de 2008

La Humareda Vasca

Concluidas las elecciones vascas, los leoneses nos intentamos reponer del aluvión verborreico con el que políticos y medios de información nos han castigado durante las últimas semanas. Hemos padecido, exhaustos, la desproporción con que se trata un problema. La violencia entre vascos, con ser muy importante y con salpicar al resto del país, no alcanza la suficiencia para ocupar, semana tras semana, hojas y más hojas, horas y más horas en los medios de comunicación. El fondo de la cuestión que abordo es si un conflicto generado por un sector minoritario de una autonomía, con poco más de dos millones de habitantes y una superficie equivalente a la mitad de León, puede llegar a originar razonablemente tal desbarajuste informativo. A la vez, otros asuntos sumamente enjundiosos y cruciales para nuestra tierra, y para España en general, se ven relegados a una atención minúscula, cuando no a la ignorancia.
Tras la vorágine, los vascos han decidido su voto. Después de haber ejercido su democrático derecho electoral, el resto de los españoles comprobamos que algo raro está pasando. Los resultados no guardan coherencia con los mensajes que se han vertido, en general, en tanto papel, en tanta tertulia. Resulta que se ha castigado a los violentos y, sin embargo, al partido que, supuestamente, les sustenta, el PNV, se le vota más. Los vascos no son marcianos. Son gente que responde a las grandes líneas sociológicas del resto del país. Nuestra escala de valores no es más diferente de la de un vasco que de la de un soriano. Si han votado de esta manera sólo se puede interpretar que el resto de los españoles estamos recibiendo unos elementos de juicio que no son los que tiene un vasco. En otras palabras, nos están dando información sesgada. No se puede acusar de subjetividad a quien pone los muertos; bastante tiene para sí. Sin embargo, el papel de los informadores ha de ser más neutral, porque la traducción de esta ofensiva contra el pensamiento centrado fuera del País Vasco conduce exactamente a donde no se quiere: a la fractura social. No se trata de trivializar las muertes, sino de volver a la mesura.
Por otra parte, la “insólita” carretera de Benavente se cobra más muertos. Asumo que habrá quien piense que tal observación no viene a cuento, pero el abandono, la desvitalización, la negación del desarrollo, la anulación cultural y la desinformación de una región también reclama más atención. León tiene muchos temas pendientes, al menos tan importantes para los leoneses, como el conflicto vasco; contienda local que se ha convertido en la cortina de humo al uso para un poder que dialoga con la sociedad sólo cada cuatro años.

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