domingo, 8 de febrero de 2009

El Contenido de la Identidad (1994)

Polémicas como la recientemente surgida a cuenta de la actitud de la Junta con las casas regionales de León sacan a la calle conceptos de contenido esencial para la sociedad misma. Hemos tenido oportunidad de ver repetidas palabras como “identidad”, ”hecho diferencial”, “región”, “cultura” y algunas más de este estilo que seguramente me olvido. Estos nombres son de uso tan frecuente que se da por supuesto que todo el mundo conoce su significado y coincide en su explicación. La realidad demuestra que si preguntamos a varias personas sobre ello comprobaremos que las reflexiones obtenidas son diferentes, ambiguas, nada elaboradas y desde luego balbuceantes por la sorpresa. Sorpresa por la propia pregunta, nada común, y por la apreciación de que la respuesta no es tan sencilla si no se realiza un análisis previo. El resultado de una discusión con estos términos es por tanto un guirigay indescifrable donde falla lo más elemental: el código, y en el que siempre aparece tal o cual político para pescar en río revuelto.
Estando hace poco con unos compañeros de trabajo en Barcelona, por cierto profundamente catalanistas, les pregunté en qué consiste el hecho diferencial catalán. Me respondieron de inmediato que la lengua. Yo añadí que entonces Cataluña no es más que un área lingüística, o sea , un hecho político sin otra sustantividad. Aún se encuentran en un mar de confusiones. Personal-mente dudo que Cataluña sea sólo un dominio lingüístico sin más interconexión. La lengua oficial desde la llegada de los romanos a nuestra zona no es más que el órgano de expresión de la ley escrita por el poder. Por tanto deja de ser un hecho netamente cultural para ser un imperativo político. Entonces ¿qué es la identidad? Durante los últimos meses he realizado unas jornadas de trabajo con algunas personas (unas treinta) en las que hemos buscado una definición amplia pero precisa de parte de esta terminología aplicada a la existencia de los pueblos. Las conclusiones son muy esclarecedoras. Existe para nosotros una la relación causa-efecto entre los conceptos siguientes: Cultura-Pueblo-Región-Identidad-Hecho Diferencial No es posible definir particularizando el último término sin saber qué es el primero. Además es necesario dar una definición general en cada idea para luego saber si es aplicable a León o a cualquier pretendida región en particular. Así una “cultura” define un grupo humano que es un “pueblo”. Ese “pueblo” habita o se identifica con una “región”. Los individuos del grupo, el “pueblo”, se reconocen entre sí por la “identidad” que les diferencia del resto de miembros de otros grupos. Cada uno de los factores simples de “identidad” son los “hechos diferenciales”. La manipulación de la historia, tan extendida en el proceso autonómico, es un vano y repetido intento de emular los condicionantes que producen una cultura. No deja de ser un vicio de instituciones inmaduras no saber reconocer el objetivo básico que tienen en las sociedades democráticas: la buena gestión de los dineros públicos sin menoscabar las libertades individuales y colectivas. A lo largo de la historia el poder político ha ido desidentificándose de la voluntad de los pueblos en la medida en que crecía su dominio. Sin embargo parece existir un desesperado intento de reinventar la organización social por parte de ese poder una vez desarraigado. Intento fallido ya que no puede recrear las condiciones que producen el nacimiento y desarrollo de un pueblo. Así ha intentado emparejar ciertas instituciones oficiales a la organización natural de los pueblos. En León encontramos la junta vecinal versus el concejo, la comarca versus el partido judicial o la provincia versus la región.
Sin embargo no quisiera separarme de lo que es el “leit motiv” de este escrito: el contenido de la identidad. Según las conclusiones del grupo de trabajo la “identidad” es “la capacidad de reconocimiento mutuo entre dos personas de un colectivo y la constancia de que hay diferencias con el resto”. Tomamos conciencia a través de los bailes, las comidas, los vestidos, la vivienda, las herramientas, las fiestas, etc. En todos los casos se trata de comportamientos que buscan la solución a un problema: la búsqueda de pareja, la alimentación, el abrigo, el cobijo,… Se hará con los medios materiales que el propio ambiente ofrece y con unos conocimientos que dependerán de la propia inventiva del grupo y de las informaciones que lleguen del exterior, es decir, del grado de aislamiento. Además llegan otros puntos de vista del exterior mostrando las diferencias respecto a otras regiones. El reconocimiento ha de venir de una coincidencia de puntos de vista, actitudes ante la vida y comportamientos, o sea de la cultura de un pueblo, por el contraste con el exterior de la región.
Entre tanto ya tenemos, por contraposición, un conjunto de factores que actúan durante siglos sobre un grupo humano para que este dé respuestas a los problemas y preguntas que día a día se le plantean formando su cultura. Existe la presión de un medio que es frío/caliente, húmedo/seco, montañoso/llano, fértil/estéril, etc. Para sobrevivir en él es necesario dar solución a los problemas. La cultura de un pueblo no es otra cosa que “el conjunto de respuestas que un colectivo humano con similares problemas ante sí da al medio ambiente”. Se puede ya afirmar que esta argumentación está profundamente enraizada en los puntos de vista de Julio Caro Baroja aun cuando nuestro grupo de trabajo no lo hizo deliberadamente. Esta concepción, y no conocemos otra mejor, dinamita el actual mapa político si lo que se ha pretendido con él es colmar las aspiraciones de las personas que aquí, en León, en el Norte, en España, viven. De hecho la actual división provincial, propuesta por Javier de Burgos al inicio de los años 30 del siglo pasado, se ha mostrado administrativamente más útil que todas las anteriores, pero frustrante si lo que se intentó fue reconocer áreas con nexos culturales. Supongo que sería muy del agrado de la mayoría de los lectores que este escrito se explayase sobre León y lo leonés, pero eso es materia para tocar en otra ocasión. Quizá así demos tiempo a que sea el sano debate y la libre opinión, por encima de pruritos personales, los que seguramente mejoren esta exposición con un barniz de aún mayor racionalidad. Exposición que ha intentado ser tan esclarecedora como el espacio, que amablemente cedido por el rotativo, permite. Por tanto dejemos para otra ocasión lo que podría sacarnos del camino de análisis que nos hemos trazado: la fuerza de los sentimientos y la resistencia a aceptar unas circunstancias que cambian, porque nada hay más dinámico que la historia.

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