jueves, 12 de febrero de 2009

Regionalismo, PDI y Plan Hidrológico Nacional (I) (1994)

Con motivo del polémico trasvase Tajo-Segura mucho se está hablando de esos dos documentos que en realidad son el mismo, ya que el Plan Hidrológico Nacional se halla comprendido dentro del Plan Director de Infraestructuras. Es imprescindible el debate en esta cuestión porque sus efectos a largo plazo, siempre obviados, son precisamente los más importantes. Conviene explicar que el PDI (Plan Director de Infraestructuras, MOPT, 1992) es posiblemente la mayor aportación a la planificación geoestratágica global del Estado Español. Además tiene enorme importancia para la homóloga que se ha de desarrollar en Portugal. Este documento, que es un libro de casi 400 páginas a la venta en librerías, consta de dos partes. En una se hace el análisis técnico de la situación actual de desarrollo, comunicaciones, accesibilidad, potencialidad y otros importantes elementos de valoración de cada área española. En la otra se establecen las grandes líneas que marcarán el desarrollo y, sobre todo, la distribución de los recursos en el futuro. Ambas se entremezclan en la redacción del documento formando un todo inseparable a primera vista. Sin duda un esfuerzo de este calibre era necesario y el Señor Borrell, máximo responsable del MOPTMA, merece una felicitación. Hasta aquí todo parece de un rigor intachable, pero debemos entrar en profundidad sobre el origen del escrito. Cuando me he referido a la definición de las grandes líneas en que se proyecta el futuro socioeconómico de España no he dicho que su trazado sea de una objetividad, ecuanimidad, lógica o rigurosidad inocentes. Es más, de hecho no lo es. Lo cierto es que nunca se explican los porqués de esas proyecciones ya que sus motivos son estrictamente políticos. Podría proponerse un mapa del futuro en España absolutamente diferente al que se explica sin faltar un ápice a criterios de lógica macroeconómica o desarrollo sostenible. Entonces ¿qué propone este plan? ¿qué motiva estas propuestas? El PDI nos pinta un futuro sustentado sobre los grandes ejes industriales del Mediterráneo y del Ebro (página 53 del libro). En este mapa se observa un abrumador predominio del área oriental del estado en función del desarrollo que induciría el propio PDI.
Ello no mantiene la situación descrita en la página 26, donde se expone el mapa actual del sistema de ciudades. En él se percibe una tetrapolarización País Vasco-Andalucía-Levante-Noroeste con potenciales de crecimiento muy similares. De alguna forma se intenta colar la posibilidad de concentrar la actividad económica en la zona oriental de España sin que se den motivos aparentes. Quiero remarcar un obstáculo insalvable para muchas personas que gustarían de consultar y debatir sobre el PDI. A pesar de estar disponible en todas las librerías su precio es prohibitivo: 6000 pts. Me pregunto cuál ha sido la voluntad real del ministro para popularizar una discusión que nos afecta tan decisivamente a todos los españoles. Estoy seguro de que pocos pueden gastarse alegremente ese dinero en el PDI. Queda por tanto la sombra de una duda sobre la voluntad explicitada por los responsables del equipo del Sr Borrell para crear un auténtico debate en la calle
Acerquémonos a los últimos capítulos del libro: el Plan Hidrológico Nacional (incluido en la Sección quinta de un total de ocho, pág 289). Esta parte es importantísima ya que se hace una proyección de las demandas de agua hasta el año 2012. Dicha proyección se realiza partiendo del esquema anteriormente comentado. Es decir, primero se proyecta concentrar desarrollo y recursos en la zona oriental de España y luego se calcula la evolución de la demanda de agua en el conjunto del País. El resultado no puede ser más lógico: en las cuencas orientales faltará agua. Llegados a este punto lo normal hubiese sido replantear toda la estrategia de crecimiento expuesta anteriormente, es decir, hacer compatible el plan con los recursos disponibles. Sin embargo se hace lo contrario: supeditar la distribución del agua al plan de desarrollo elaborado. La cuestión no tendría mayor importancia desde un punto de vista de estado si careciese de coste. Sí la tiene y es aquí donde reside el gran problema oculto del PHN. Las obras necesarias para mantener el esquema de desarrollo propuesto son numerosas y con un coste cuantiosísimo de construcción. Si suponemos que un tomate obtenido con riegos de agua procedente de un cercano río tiene unos costes inferiores a los de otro tomate obtenido con agua venida de un lugar a 200 kms. Es necesario poner los medios para trasladar ese agua unos metros en un caso o bien muchos kilómetros en el otro. En palabras de Ramón Tamames “el PHN es un sueño de tubos”. ¿Cómo repercuten esos costes? ¿Quién paga?

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