domingo, 2 de septiembre de 2007

Economía y Pasión

Sin menoscabo del valor religioso de la Semana Santa, origen de su celebración, surge la vertiente económica como una faceta más de estos días. La Semana Santa es uno de los periodos vacacionales que dividen la línea laboral a lo largo del año. Junto con las navidades, el descanso veraniego y las fiestas patronales, este paréntesis rompe el ciclo anual y marca, como los otros, un fin de etapa: el inicio del año.

Con tal motivo los viajes de recreo se han generalizado y esto comporta un notable flujo económico. Si evaluamos el posicionamiento de León (la percepción del público de cómo es nuestra oferta) en el mercado semanasantero podemos hacer algunas apreciaciones.

No todas las provincias y, sobre todo, capitales españolas ofrecen una Semana Santa monumental, aunque exista un número elevado de ellas. De nuestro entorno ni en Asturias, ni en Galicia, existe una celebración del atractivo de la leonesa. Por el contrario, Valladolid y Zamora cuentan con rituales de especial relevancia.

A pesar de su origen contrarreformista, la Semana Santa ha perdido para gran parte del público el valor religioso. Las procesiones se han convertido en un espectáculo visual de estética oscurantista e, incluso, neogótica en el caso de los recorridos nocturnos. Bajo esta premisa y dado que el carácter religioso no se pierde, ya que tiene una marcada raíz subjetiva, es aconsejable diferenciar el producto turístico “Semana Santa Leonesa” de otros al uso.

Uno de los elementos de diferenciación podría ser el del silencio, como en Valladolid lo es la calidad de las tallas, pero Zamora cuenta también con este marchamo. Los encomiables esfuerzos de las cofradías por enriquecer la celebración han pasado por importar elementos de otras ciudades que poco contribuyen a dar entidad propia al circuito procesional leonés.

Sin embargo, es la ambivalencia de nuestra Semana Santa aquello que más puede singularizarla. Es el reflejo de la ciudad, romanizada y emputecida que decía Aparicio, la que resulta más atractiva y novedosa. Nadie sabe cuánto bien ha hecho a la economía de esta ciudad y provincia el Entierro de Genarín, una de las pocas celebraciones irreverentes y golfas que destacan en España.

Esa procesión de borrachos, en abrupto contraste con la celebración grave y solemne de las cofradías, resulta atractiva, audaz, graciosa, contestataria, rupturista, diferente y merece ser contada por cualquier foráneo a sus amigos. Genarín está en periódicos y radios, en televisiones y tertulias. La comitiva alcohólica es una anécdota en medio de un programa denso de actos religiosos, pero ha contribuido decisivamente a subrayar el nombre de León en el mapa de la Semana Santa.

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