jueves, 20 de septiembre de 2007

Subversión de Valores

Acaba de tener lugar un debate en torno a unas caricaturas de Mahoma. En algunos países islámicos se han producido reacciones violentas ante la representación jocosa del profeta en un medio danés. La opinión ha valorado la acción y la reacción. Finalmente se ha discutido sobre la naturaleza de una respuesta adecuada. La conclusión se ve condicionada por la necesidad de proteger la libertad de expresión, pero es impelida en sentido contrario ante la prudencia que requiere la marea ultraislamista. Sin embargo queda una pregunta que casi siempre se olvida: ¿qué es lo sustantivo en esta coyuntura? ¿Cuál puede ser el valor fundamental sobre el que se apoye la acción de los países europeos?

No menos ruidosa ha resultado la prohibición de fumar en los centros de trabajo y en muchos locales de restauración y ocio. La inflexibilidad de algunos planteamientos ministeriales sorprendió incluso a los no fumadores. Cabe preguntarse ¿qué es lo esencial sobre la prohibición del consumo de tabaco? ¿qué subyace sobre esta acción coercitiva que a tantos descontenta?

Por citar otro caso parecido, podemos atender a la insistencia de los medios gubernamentales en el uso del ordenador y de internet. La fiebre por subvencionar la presencia de estas máquinas y por abrir puntos de conexión a la red ha llevado a considerar su presencia como parte decisiva del desarrollo. ¿Es el acceso en sí mismo un indicador sustancial del progreso? ¿Es la omnipresencia del ordenador un síntoma de avance social?

Un análisis superficial, pero detenido de éstas y otras cuestiones nos llevará a concluir que nuestra sociedad está produciendo una subversión de los valores fundamentales. Podemos apreciar frecuentemente que las cuestiones sustantivas quedan envueltas en un maremagnum de aspectos accesorios; cuestiones que no deberían condicionar más allá de la simple matización nuestras opiniones.

Así, en el primer caso citado observamos cómo una de las mayores conquistas de la humanidad: la libertad de expresión, se oculta en ocasiones ante conflictos religiosos que en la sociedad laica no caben. La libre expresión concluye donde los juzgados establezcan, no donde los sacerdotes de cualquier credo marquen. El antitabaquismo radical pierde fundamento cuando las térmicas y los incendios de neumáticos envenenan nuestro aire sin que los mismos ultras que abominan del cigarro muevan un dedo por evitarlo. Los ordenadores o internet son herramientas, medios para acceder a cierta información cuando sea necesario. Fuera de tal utilidad estos recursos son puro negocio.

Observamos, en fin, que la conversión de los medios en fines es un vicio de nuestro tiempo. Combatirlo preguntándonos qué es lo sustantivo de cada coyuntura puede ser una herramienta eficaz para evitar la manipulación.

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