lunes, 10 de septiembre de 2007

El Gran León Verde

La redacción de las directrices de ordenación del territorio (DOT) del área metropolitana de León es un proceso cuya elaboración está pasando desapercibida para la mayoría de los ciudadanos. Estas DOT son un conjunto de prescripciones generales que han de orientar el crecimiento urbano del Gran León. Dicha zona supramunicipal incluiría el conjunto de poblaciones que, cercanas al núcleo capitalino, utilizan intensivamente sus servicios.
Las DOT son problemáticas al tener que conciliar los intereses de varias entidades. Uno de los principales obstáculos para el acuerdo es la acotación de lo que serán áreas urbanizables, puesto que el terreno para construir es una de las principales fuentes de financiación de los ayuntamientos. Por la misma causa, la definición de las grandes áreas verdes es fuente de polémica.
León es una de las ciudades españolas que más se transformó en el Siglo XX. En sus inicios apenas alcanzaba los 17.000 habitantes. Sin embargo, en las postrimerías rondaba los 140.000, que sumados a los de emergentes núcleos limítrofes daba una población metropolitana de casi 200.000 almas. Esta transformación desde un núcleo prácticamente rural hasta una urbe compacta consintió la pervivencia de algunas manchas verdes poco degradadas en sus cercanías.
Escasas ciudades gozan de ese privilegio, y su persistencia podría erigirse en una ventaja diferencial de la Ciudad de León. Por el contrario, se aprecian preocupantes síntomas de un crecimiento urbano desorganizado, que empieza a penetrar en las áreas naturales más valiosas, con la proliferación desaforada de alineaciones de chalets.
Es importante que los leoneses viajemos a otras ciudades para apreciar cómo la doble línea ribereña que establecen el Bernesga y el Torío carece de parangón en núcleos cercanos relevantes como Oviedo, Santander o Valladolid. Mantener el privilegio civil que suponen ambos cursos fluviales al margen de la escollera y el hormigón, manteniendo su beneficioso equilibrio, es una prioridad si aspiramos a riberas autodepuradas, atractivas y vivas.
Otro aspecto de interés es el mantenimiento de las masas boscosas que han llegado hasta la ciudad del Siglo XXI. Tanto el pinar de Las Lomas y su continuidad vegetal hacia el norte, como el bosque de San Isidro y su prolongación, acercan la naturaleza cantábrica hasta las puertas de la ciudad. Que un animal salvaje pueda viajar casi oculto desde la Cordillera hasta los arrabales de León es un hecho extraordinario.
Por último, al sur del área metropolitana escasea el verdor y cabe la demarcación de una gran zona natural que dote de un perfil propio a la zona. La reunión de los ríos Esla y Bernesga no debiera ser el único recurso por el sur. Valorizar los olvidados montes de Antimio puede ser una oportunidad latente.

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