jueves, 8 de noviembre de 2007

España ante el Espejo

La elaboración de la propuesta catalana de reforma estatutaria ha concluido en medio del estruendo mediático y partidario. En tales circunstancias se hace difícil realizar una reflexión pausada sobre las causas y consecuencias que este documento podría tener. Paradójicamente su repercusión está siendo tanta que se hace imprescindible un análisis posado a fin de ponderar en la medida justa su importancia para España y para León.

La negociación del estatuto catalán ha constituido una pugna en la que las distintas fuerzas políticas han reestablecido ciertas correlaciones de poder. Así, Artur Más ha cortado las aspiraciones de Duran Lleida sobre el liderazgo de Convergencia i Unió, al conseguir imponer su modelo de financiación en el borrador. Para los de ERC ha sido un contratiempo, porque esta propuesta les rebasa y viene a ocupar su espacio político. Para Maragall es un trance difícil, ya que su movimiento para ocupar el nicho electoral de Carod ha sido inútil, viéndose superado por Más.

Si el estatuto no se aprueba tal y como se ha llevado a Madrid -que no se aprobará-, Maragall quedará desautorizado ante CiU y, en menor medida, ante sus socios de ERC. Su posición inestable -entre complacer al PSOE de Madrid y a parte de su militancia catalana por un lado, y a sus socios de gobierno por otro- le dejaría desbancado ante unas elecciones anticipadas. El PSOE catalán luchará por conseguir que el borrador ahora pactado se convierta en un icono de la Autonomía catalana, a mayor gloria del President, aunque no se apruebe. No será una labor fácil puesto que son pocos los ciudadanos de aquel territorio los interesados en esta reforma.

En León, como en el resto de las regiones españolas, esta propuesta está teniendo efectos catárticos y beneficiosos. Por ejemplo, el boceo de los más reaccionarios proclamando el final de España está planteando a muchos ciudadanos la cuestión de cuáles son los lazos reales que la mantienen unida, más allá de las moldeables causas históricas. Es revelador descubrir que, tras el debate de la centralidad de España, emerge el argumento económico como núcleo principal.

En aparente contradicción, cabe recordar los benéficos efectos que la descentralización autonómica ha proporcionado. Los que decían que España se rompía cuando empezó el proceso autonómico ¿no son los mismos que ahora argumentan contra los avances descentralizadores? Todo indica que podrían volver a confundirse. España se está refundando sobre la base del diálogo territorial y sería negativo que los ultraconservadores quedasen fuera del proceso.

En definitiva, hay que tener mesura al enjuiciar la propuesta estatutaria catalana, ya que podría contener elementos cabales, elaborados y útiles, con independencia de que no se pueda aceptar en su integridad.

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