sábado, 3 de noviembre de 2007

Sin Denominación de Origen

Recientemente ha tenido lugar una nueva convocatoria de la Feria de Productos de León en el recinto taurino de la capital. Para el consumidor se trata de una oportunidad singular, ya que normalmente adquiere los artículos en intermediarios de los sectores de distribución o de restauración, lo que le impide aproximarse a las empresas que los elaboran. La exposición es de gran utilidad porque pone en contacto a los productores de alimentos con el público. De esta manera les permite recoger directamente las impresiones que los clientes finales expresan sobre sus mercancías, cuestión ésta mediatizada habitualmente por terceros.

Los productores alimentarios leoneses han realizado una notable inversión para mejorar su diferenciación y capacidades competitivas. Sólo así se puede comprender que esta Provincia sea la que más indicaciones geográficas protegidas (IGP) registra de la Península. Dicho esfuerzo es imprescindible para dar viabilidad en el futuro a un nutrido grupo de empresas, cuya característica más común es la de su pequeña dimensión.

Sin embargo, el impulso comercial que propicia la calificación del producto a través de estas agrupaciones (denominaciones de origen, y otras figuras de protección y caracterización) no está siendo plenamente aprovechado. Pese a la existencia de un extenso sector hostelero, que ha mejorado enormemente la calidad de su atención y gastronomía en los últimos años, existe un reducido grupo de establecimientos haciendo trampas. Se trata de restaurantes en cuyas cartas se ofrece “Cecina de León”, “Puerros de Sahagún” o “Botillo del Bierzo”, por poner algunos ejemplos, pero que no compran producto certificado alguno.

Hay que tener en cuenta que la integración de un fabricante en una IGP supone que asume unas medidas de calidad. Además, implica que se somete a la inspección de cierto organismo para garantizar un producto con el perfil adecuado. En consecuencia, quien no se integra en una IGP lo hace porque no cumple los requisitos y, por tanto, su producto es de calidad inferior o diferente. En otras palabras, quien produce, por ejemplo, “Pimiento de Fresno” y luego no se somete a las reglas de la IGP atenta contra los intereses de todos –consumidores, productores y comerciantes- si la vende como tal.

Pero, como decíamos, el círculo del comercio ilegítimo se cierra al encontrar establecimientos hosteleros ofreciendo viandas de las IGP, los cuales no pueden justificar su compra previa. Esa actuación, que atenta contra los intereses del mercado, tendría que ser prevenida, perseguida y castigada. En definitiva, sería conveniente plantear la auditoría de establecimientos para detectar aquéllos que, engañando al cliente, no sirven los productos de las IGP que ofertan, aunque cobran como si lo hiciesen.

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