viernes, 3 de octubre de 2008

La Transformación de León

La ciudad de León ha venido sufriendo un profundo cambio de fisonomía durante el quinquenio final del pasado siglo. Lo que, hasta entonces, era una urbe que reflejaba la concepción urbana desarrollista de los años de la dictadura y aún anteriores se transformó. Acciones como la peatonalización y embellecimiento del casco antiguo, la construcción de nuevos aparcamientos, el desarrollo urbanístico de las Eras de Renueva, la conquista de ciertas calles del ensanche para el peatón o la persistencia en intentar integrar la ciudad de la otra parte del río son buenos ejemplos de la redoblada actividad del ayuntamiento capitalino. El éxito de algunas de estas obras es innegable: basta con visitar la Calle Ancha cualquier día para saber lo que quiere decir la expresión “poner en valor”. La mentada vía ha sido tomada por una multitud de leoneses y foráneos que suma, a los que necesitan transitar por ella para desplazarse de una zona a otra, otros que la ocupan por el mero placer de disfrutar de su belleza, de sus dimensiones, humanas, y del espléndido entorno que la circunda.
Sin embargo, durante el último año y medio se aprecia un descenso en el número y calidad de obras para ese cambio del espacio urbano. Se percibe una falta de continuidad preocupante, pese a que son muchas las mejoras pendientes para hacer de León un centro atractivo. Las causas pueden ser varias, pero me atrevo a señalar tres. La primera es el agotamiento de las ayudas europeas, puesto que los proyectos que las atrajeron se ejecutaron ya. La segunda es la hinchazón del gasto corriente hasta niveles asfixiantes, aunque este apartado siempre fue una losa desde la etapa municipal de Morano. El tercero es la sequía económica de la que la Junta hace costumbre en cualquier proyecto de esta provincia. Estamos deseando actuaciones similares a las de Valladolid como el Claustro de las Francesas, el Monasterio de Prado, el Palacio de la Asunción, la carretera de Segovia o los que ahora se proyectan: la nueva Biblioteca de Castilla y León o el macroauditorio de 2500 plazas, con el Calderón recien terminado tras recibir miles de millones de pesetas. Parece que por esa vía no se puede esperar mucho.
El ayuntamiento, en estas condiciones, sólo puede optar por el camino que marca el sentido común: ajustar del gasto de administración, optar a más ayudas europeas y mejorar la política de pasillos y relaciones en la Junta. Además, es necesario asumir que unos presupuestos engordados por subvenciones europeas, fruto de una concesión puntual, no pueden suponer un aumento de plantilla en la misma proporción. El buen juicio y el acuerdo entre grupos debería primar en estas cuestiones, que van en bien de todos.

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