domingo, 19 de octubre de 2008

Los Daños Colaterales de la Guerra Vacuna

Dentro de las muchas reflexiones que se están exponiendo acerca de la crisis de las vacas locas se echa de menos las relativas a la descapitalización del sector vacuno. Se ha discutido sobre los defectos de la inspección en los mataderos, sobre la información al consumidor, sobre la culpabilidad o no de los ganaderos, sobre la bondad o maldad de las harinas de carne, sobre la fiabilidad del diagnóstico, sobre las medidas de crisis que se han tomado, sobre los procesos de eliminación de los cadáveres, etc. Sin embargo, quedan por evaluar dos de los aspectos más relevantes para el futuro de la ganadería: la gigantesca pérdida genética y la eliminación de un, presumiblemente, alto número de ganaderos muy profesionales, que cogerán los dineros de la indemnización y no volverán a la actividad ganadera.
En el primer apartado -la pérdida genética- el público, quizás, no sabe que las granjas con más riesgo de tener un animal positivo en los test son, precisamente, las mejores por ser también las más grandes, las más tecnificadas y las que más han consumido de cualquier materia prima, a fin de mantener una producción más forzada y, por lo tanto, más eficiente. Por esta razón, la eliminación de todos los animales de las explotaciones con un positivo al test supone que se está haciendo desaparecer productoras de doce y trece mil kilos de leche por lactación. Se trata de auténticas joyas genéticas fruto de una selección costosa -medida en millones de pesetas- y larga -medida en años- perfectamente adaptadas a las condiciones del microclima de su granja, a los forrajes de su zona, al manejo de sus dueños, etc. Por hacer una frase descriptiva, podemos decir que una vaca es ella misma, su estirpe y su circunstancia. En consecuencia, la dificultad de reponer animales de este calibre es enorme, puesto que los mejores no se venden en mercado alguno, y se han de volver a seleccionar durante años a partir de animales peores y con una inversión económica -en semen de toros selectos y en asistencia técnica para la selección- de muchos millones de pesetas de coste. El impacto es mucho más grave en León, provincia ganadera de vacuno por antonomasia, donde se asienta uno de los núcleos ganaderos más selectos de España en torno al río Esla y, muy especialmente, entre Villamañán y Cimanes de la Vega. Sólo en Algadefe, el pueblo con más vacas lecheras de la provincia, si no me confundo, los efectos de esta crisis serán devastadores.
Todo León va a sufrir la pérdida de un grupo de selectos profesionales y de un patrimonio genético cuyo alcance sólo se podrá ponderar dentro de dos decenios. Entonces sabremos cuánto nos confundimos adoptando unas medidas que, por el momento, son de dudosa justificación.

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