miércoles, 15 de octubre de 2008

León y Santillán

La lectura de las memorias de Ramón de Santillán, lermeño que es considerado primer gobernador del Banco de España, es el retrato de una época (1808-1856) conflictiva e inestable de nuestro País. Se trata del relato de un militar, puesto que combatió a los franceses y, posteriormente, en las distintas guerras civiles que asolaban la piel de toro. En segundo lugar, leemos el diario de un burócrata, puesto que desde 1825 recorre la administración del estado en distintos desempeños.
Llama la atención que en un siglo de historia atormentada, como lo es el diecimonono en España, las referencias al noroeste sean prácticamente inexistentes. Sorprende también que la referencia más extensa y casi única a nuestra provincia sea como heroicos auxiliadores, solidarios con todos, a pesar de la pobreza y el ensimismamiento casi insular de la sociedad leonesa. Dice Santillán que, tras la derrota de los franceses en Bailén (19 de julio de 1808), éstos evacúan Madrid hacia el Ebro dejando en Burgos un regimiento y, en sus inmediaciones, una división de Caballería. La situación se mantiene ¡asómbrense! hasta la llegada de algunos batallones de paisanos de León, que expulsan al retén francés. Las tropas, según Santillán, “no tenían de tales más que el nombre y los fusiles, pues que, vestidas con el traje que cada individuo había sacado de su casa, ni aún cartucheras llevaban”. De ellos, tres continuaron su avance hacia la Rioja, pero queda uno en Burgos. Se trata del que sería llamado más tarde “Cuerpo de Literarios de León”, “que así se llamaba por componerse de estudiantes de aquella provincia”. Dicha agrupación será, posteriormente, el origen de un buen número de oficiales y mandos de las tropas, en un ejército compuesto por personas de escasa formación y criterio.
Ésta es, como les decía, la referencia más extensa a León de cuantas figuran a lo largo de las casi quinientas páginas de la obra. Lo que más admiración produce es que la situación no ha cambiado tanto. León es, actualmente, un lugar mal encajado en la estructura de España. León sigue aportando valiosos intelectuales, sigue siendo solidario, pero no ha roto su aislamiento tanto por cuestiones propias como ajenas. Sin duda, se podría discutir extensamente sobre las causas, pero soluciones hay pocas. Es necesario abrir el debate sobre León y lo leonés al resto de España. Hay que normalizar el diálogo sobre el problema leonés en el territorio nacional, porque todavía es visto como algo entre exótico y local, cuando se trata de un problema de estado. Todo ello sin perder una parte de nuestra natural compostura: militantes, solidarios, cerebrales y, en ocasiones, valientes.

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