martes, 29 de enero de 2008

Ciudades en Transición

León y Ponferrada han sufrido profundas transformaciones durante los últimos diez años. Los efectos provocados por estos cambios se han visto ya en parte. El embellecimiento de las dos ciudades, la nucleación en torno a un centro urbano y la jerarquización en barrios de diferente estatus social y económico son evidencias para cualquier observador. Sin embargo, aún hemos de observar otras mutaciones que están teniendo lugar actualmente.

El mercado español de la vivienda ha experimentado una explosión que ha ido pareja al cambio urbano. La construcción de edificios en masa perdura a la sombra de la inusitada demanda ciudadana de viviendas en propiedad. La caída en desuso del alquiler como medio de acceso a un hogar ha inducido cierta despoblación del centro de las ciudades. La causa es que los ingresos familiares que antes permitían pagar una renta en una calle más o menos céntrica sólo alcanzan ahora para adquirir un piso en los barrios periféricos.

Además, otra parte de las adquisiciones se realiza como inversión, lo que conlleva la proliferación de pisos vacíos. La tendencia no cambiará mientras sea más rentable comerciar con viviendas que otras inversiones alternativas. El dinero seguirá acumulándose en la compra, construcción y promoción de inmuebles.

En consecuencia, la expansión indiscriminada de los núcleos urbanos sin que se produzca un crecimiento paralelo de residentes tiene unos efectos que se empiezan ya a intuir en León y que no tardarán en ser perceptibles en Ponferrada. La pérdida de densidad de población en los cascos urbanos de las ciudades se traduce en una reducción relativa del consumo. Esto afecta directamente al comercio, lo que concluye dejando una buena cantidad de locales comerciales vacíos.

A ese empobrecimiento urbano se suma el aumento del número de grandes superficies, cada vez de mayor calidad, y la falta de acciones eficaces del comercio tradicional para competir y retener así a los consumidores. Por si esto fuera poco, el crecimiento desaforado de los precios en la pequeña restauración -los bares y cafeterías, siempre tan importantes en la vitalidad del urbanismo leonés- reducirá drásticamente su número en unos años. Sólo los locales de moda absorberán el gasto que antes se repartía entre muchos establecimientos.

La inmediata apertura de una gran área comercial en León, el proyecto de otra en Ponferrada, la debilidad comercial de Eras de Renueva, la notable desertización residencial del Barrio Húmedo o la abundancia de locales comerciales vacíos en el Ensanche, por ejemplo, no hacen más que confirmar estas líneas de tendencia.

León y Ponferrada ven cómo decaen el ocio en la calle y la oferta comercial, que tan amenos paseos proporcionaron siempre. ¿Podría existir otra alternativa para la urbe futura?

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