lunes, 28 de enero de 2008

Los Palacios de León

Los leoneses olvidamos con frecuencia que antes de que nuestra tierra callese en una profunda decadencia en el Siglo XVII y siguientes -de la que se empezó a reponer a finales del XIX- fue un lugar relevante en Europa. Esto, que nos produce asombro dada la precaria situación relativa actual, tuvo su reflejo en todos los órdenes de la vida.

Pese a todo, nuestra condición de provincia de tercer orden dificulta la toma de conciencia de la importante herencia que dejó aquel clímax. Aquellos siglos de pujanza económica vieron la construcción de edificios notables en nuestra red de ciudades. La capital contaba con un parque inmobiliario suntuoso y brillante. De todo aquello queda algo que, con ser poco, resulta aún hoy un conjunto destacable. Su recuperación y puesta en valor puede convertirlo en un motivo de atracción singular.

La mayor parte del patrimonio histórico arquitectónico que ha llegado hasta nuestros días son obras religiosas o militares. Si acotamos más son pocos los edificios medievales de uso civil que han llegado hasta nosotros. ¿Cuántas ciudades cuentan con algún palacio, casa o industria visitable anterior al Siglo de Oro? Muy pocas.

Sin embargo León cuenta con varios ejemplares sobresalientes. El Palacio de los Condes de Luna es uno de los más representativos. Su peculiar distribución, sus artesonados, la utilización de la muralla como un elemento integrado o su patio con corredores son rarezas que en ningún otro lugar pueden contemplarse. El caserón del Conde es uno de esos vestigios de lo que esta ciudad fue cuando rivalizaba con otros centros urbanos de Europa.

Por esta razón el tratamiento que se dé ahora a uno de los dos palacios medievales que quedan en pie en la ciudad tiene especial importancia. El otro, oculto bajo la circunstancia de un convento de clausura en la calle de la Rúa, espera el día en que podamos disfrutar de sus secretos. Es, por tanto, necesario que se dé al edificio de los Luna la importancia que tiene. No puede tratarse sólo de un contenedor para las imágenes de la Semana Santa o para cualquier otra cosa. Nos encontramos ante una casa noble de gran singularidad, aunque ubicada en una zona degradada del casco antiguo. No obstante, su contigüidad con la calle Ancha, uno de los más exitosos y atractivos espacios ciudadanos de León, permite abordar su recuperación arquitectónica con todas las garantías de éxito de público y de rentabilidad social que necesita una obra de esta importancia.

De la misma manera que se puede visitar el Palacio del Obispo Gelmírez, en Santiago, o las Reales Atarazanas, en Valencia, se debiera poder disfrutar de un paseo por esas estancias y pasillos que vieron el fulgor y caída de una ciudad que lo fue casi todo y que hoy se revuelve contra la adversidad histórica.

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