domingo, 20 de enero de 2008

Conservación y Racionalidad

En los meses precedentes se han desencadenado conflictos en torno a la conservación del patrimonio monumental en León. Por ejemplo, la aparición de las ruinas del Castillo de Alba, en La Robla, sobre terrenos que deberían ser ocupados por una cantera, pone en dificultades el desarrollo industrial. Si se respeta la ley, los restos del castillo deberían ser protegidos, por lo que la extracción de caliza tendría que efectuarse en otro sitio, pese a haberse realizado ya cuantiosas inversiones. Igualmente, en la capital la aparición de los restos arqueológicos del “principia” de la Legio VII ha detenido la edificación en una manzana del casco antiguo y amenaza con paralizar otros proyectos. Encontramos casos similares, como el de Astorga, donde el casco urbano intramuros reposa sobre restos de la ciudad romana.

Con la surgencia de hallazgos arqueológicos la geografía leonesa se va cubriendo de zonas protegidas y de obras frustradas. Todo ello se traduce en el bloqueo de numerosas inversiones y puede que haya llegado la hora de cuestionar si es lógico conservar cuanto resto antiguo aflore tras la remoción del suelo.

Existen personas que opinan que lo encontrado en la búsqueda arqueológica posee un valor intrínseco que lo hace digno de conservación. Por el contrario, hay otras que aplicarían la ley de la excavadora sistemáticamente si les dejasen. Sin llegar a estos extremos hay que afirmar que la preservación extensiva de los restos que vayan aflorando puede llegar a suponer una carga insostenible.

Por esto conviene seleccionar más, para lo que habrá que transformar las mentalidades. Así, en lo referente a la generación de recursos a partir de nuestro patrimonio, no se debería continuar considerando su visita un derecho gratuito, porque la conservación consume abundantes recursos. En las condiciones actuales su alta concentración en algunos lugares podría llegar a ser una desventaja, porque supondría más cargas sin que ello produjese necesariamente beneficios.

Aunque no se espere alcanzar la autofinanciación, la exposición guiada y pagada de nuestros monumentos y ruinas podría contribuir a su conservación y a mantener numerosos puestos de trabajo. En definitiva, es necesario racionalizar más el esfuerzo de la sociedad para preservar restos arqueológicos, que han de ser realmente significativos y valiosos para merecerlo. Es evidente que muchas de las ruinas que afloran carecen de entidad si no son acompañadas de su muestra recreadas y explicadas. Abundan las que, incluso así, no deberían recibir un tratamiento de preservación por su vulgaridad.

Por último, es imprescindible evitar que restos destacables se vean sometidos al olvido por un crecimiento desmesurado de los gastos de conservación en ruinas carentes de singularidad.

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